La lucha por la vida I (Pío Baroja) Libros Clásicos

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viejos; dejó la luz en una silla, puso la caja de fósforos, grasienta, en el
recazo de la candileja; leyó un instante en su libro de oraciones, sucio y
mugriento, con letras gordas, repitió algunos rezos, mirando al techo, y
comenzó a desnudarse. La noche estaba sofocante; en aquel agujero el
calor era horrible. La Petra se metió en la cama, se persignó, apagó la
candileja, que humeó largo rato, se tendió y apoyó la cabeza en la
almohada. Un gusano de la carcoma en alguno de aquellos trastos viejos
hacía crujir la madera de modo isócrono...

La Petra durmió con sueño profundo un par de horas, y despertó
ahogada de calor. Habían abierto la puerta, se oían pasos en el pasillo.

-Ya está ahí doña Violante con sus hijas -murmuró la Petra.-Será muy
tarde.

Volverían las tres damas de los jardines, adonde iban después de cenar
en busca de las pesetas necesarias para vivir. La suerte no debió
favorecerlas, porque traían mal humor, y las dos jóvenes disputaban,
achacándose una a otra la culpa de haber perdido el tiempo.

Cesó la conversación, después de unas cuantas frases agrias e
irónicas, y volvió a reinar el silencio. La Petra, desvelada, se abismó en
sus preocupaciones; de nuevo se oyeron pasos, pero leves y rápidos, en
el corredor; después, el ruido de la falleba de un balcón abierto con
cautela.

-Alguna de esas se ha levantado -pensó la Petra.-¿Qué trapisonda
traerá?

Al cabo de unos minutos se oyó la voz de la patrona, que gritaba

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