La novia del ahorcado (Charles Dickens) Libros Clásicos

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de que le estaba pagando poco, y se introdujeron en el jardín por la noche con
linternas, picos y palas para cavar junto al árbol. Él estaba acostado en la
habitación de la torreta, al otro lado de la casa, pues no se había vuelto a
ocupar el dormitorio de la novia, pero soñó enseguida con picos y palas y se
levantó.
Acudió junto a una ventana alta de aquel lado, desde donde pudo ver las
linternas, a los científicos, y la tierra suelta formando un montículo que él
mismo en otro tiempo había hecho y había vuelto a poner en el suelo, y
finalmente, surgió a la vista. ¡L, encontraron! Lo iluminaron un momento. Se
inclinaron sobre él hasta que uno de ellos dijo:
-El cráneo está fracturado.
-Mira aquí los huesos -añadió otro.
-Y aquí la ropa -replicó otro más.
Y entonces el primero de ellos volvió a cavar exclamó:
-¡Un hocejo oxidado!
Al día siguiente dio cuenta de que estaba sometido a una vigilancia estricta y
de que no podía i a parte alguna sin que le siguieran. Antes de que
transcurriera una semana fue encarcelado y confinado. Gradualmente las
circunstancias se fueros uniendo en su contra, con desesperada malicia y
terrible ingenio. ¡Vea cómo es la justicia de los hombres, y cómo llegó hasta
él! Acabó siendo acusado d haber envenenado a la joven en su dormitorio.
¡Precisamente él, que cuidadosa y expresamente había evitado poner en peligro un
cabello de su cabeza por causa de la novia, y que la había visto morir por s
propia incapacidad!
Hubo dudas con respecto a cuál de los dos ases¡ natos debería juzgársele
primero; pero eligieron f auténtico, le consideraron culpable y le condenare a
muerte. ¡Infelices sedientos de sangre! Le habría considerado culpable de
cualquier cosa, tan decid dos estaban a quitarle la vida.
Su dinero no pudo salvarle y fue ahorcado. Élso yo, y fui ahorcado en el
castillo de Lancaster de cara al muro hace ya cien años.
Ante esa afirmación terrible el señor Goodchild trató de levantarse y gritar.
Pero las dos líneas de fuego que salían de los ojos del anciano y llegaban a los
suyos, le mantuvieron quieto y no pudo emitir un sonido. Sin embargo, su sentido

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