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Tal vez tendrás de mí lo que buscabas.»
Y el guía se volvió y me dijo: «Espera,
y luego anda conforme con sus pasos.» 81
Me detuve, y vi a dos que una gran ansia
mostraban, en el rostro, de ir conmigo,
mas la carga pesaba y el sendero. 84
Cuando estuvieron cerca, torvamente,
me remiraron sin decir palabra;
luego a sí se volvieron y decían: 87
«Ése parece vivo en la garganta;
y, si están muertos ¿por qué privilegio
van descubiertos de la gran estola?» 90
Dijéronme: «Oh Toscano, que al colegio
de los tristes hipócritas viniste,
dinos quién eres sin tener reparo.» 93
«He nacido y crecido -les repuse-
en la gran villa sobre el Arno bello, 95
y con el cuerpo estoy que siempre tuve. 96
¿Quién sois vosotros, que tanto os destila
el dolor, que así veo por el rostro,
y cuál es vuestra pena que reluce?» 99
«Estas doradas capas -uno dijo-
son de plomo, tan gruesas, que los pesos
hacen así chirriar a sus balanzas. 102
Frailes gozosos fuimos, boloñeses; 103
yo Catalano y éste Loderingo
llamados, y elegidos en tu tierra, 105
como suele nombrarse a un imparcial
por conservar la paz; y fuimos tales
que en torno del Gardingo aún puede verse.» 108
Yo comencé: «Oh hermanos, vuestros males »
No dije más, porque vi por el suelo
a uno crucificado con tres palos. 111
Al verme, por entero se agitaba,
soplándose en la barba con suspiros;
y el fraile Catalán que lo advirtió, 114
me dijo: «El condenado que tú miras, 115
dijo a los fariseos que era justo
ajusticiar a un hombre por el pueblo. 117
Desnudo está y clavado en el camino
como ves, y que sienta es necesario
el peso del que pasa por encima; 120
y en tal modo se encuentra aquí su suegro 121
en este foso, y los de aquel concilio
que a los judíos fue mala semilla.» 123
Vi que Virgilio entonces se asombraba 124