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Sólo puedo comprarlos cuando tengo deudas.
LADY STUTFIELD.-Debe de ser terrible tener deudas, realmente terrible.
LORD ALFRED.-Hoy día hay que tener una ocupación. Si no tuviese mis deudas, no sabría en qué pensar. Todos mis amigos tienen deudas.
LADY STUTFIELD.-Pero la gente a la que debe el dinero, ¿no le causa grandes molestias? (Entra el criado.)
LORD ALFRED.-¡Oh, no! Ellos escriben; yo no.
LADY STUTFIELD.-¡Qué extraño, qué extraño!
LADY HUNSTANTON.-¡Ah, Caroline! Aquí está la carta de la querida mistress Arbuthnot. No vendrá a cenar. Lo siento. Pero vendrá después. Me alegro muchísimo. Es una de las mujeres más dulces. Tiene una bella letra, tan grande, tan firme. (Le tiende la carta a lady Caroline.)
LADY CAROLINE.-(La mira.) Le falta feminidad, Jane. La feminidad es la cualidad que yo admiro más en la mujer.
LADY HUNSTANTON.-(Cogiendo la carta y dejándola sobre la mesa.) ¡Oh! Es muy femenina, Caroline, y muy buena. Deberías oír lo que dice de ella el archidiácono. Es su mano derecha en la parroquia. (El criado le dice algo.) En el salón amarillo. ¿Vamos todos adentro? Lady Stutfield, ¿vamos a tomar el té?
LADY STUTFIELD.-Encantada, lady Hunstanton. (Se levantan todos para irse. Sir John se ofrece a llevarle la capa a lady Stutfield.)
LADY CAROLINE.-John! Si permitieses a tu sobrino que llevara la capa de lady Stutfield, tú podrías llevar mi cesto de costura. (Entran Lord Illingworth y mistress Allonby.)
SIR JOHN.-Desde luego, amor mío. (Salen.)
MISTRESs ALLONBY.-Cosa curiosa: las mujeres feas siempre están celosas de sus maridos; las bonitas, nunca.
LORD ILLINGWORTH.-Las bonitas no tienen tiempo. Siempre se encuentran ocupadas en estar celosas de los maridos de las demás.
MISTRESS ALLONBY.-Creí que lady Caroline se había cansado ya de esas preocupaciones conyugales. ¡Sir John es su cuarto marido!
LORD ILLINGWORTH.-No está bien casarse tantas veces. Veinte años de romance hacen que una mujer parezca una ruina; pero veinte años de matrimonio la convierten en algo así como un edificio público.
MISTRESS ALLONBY.-¡Veinte años de romance! ¿Existe tal cosa?
LORD ILLINGWORTH.-En nuestros días, no. Las mujeres han llegado a ser muy inteligentes y ocurrentes. Nada estropea tanto un romance como el sentido del humor de la mujer.
MISTRESS ALLONBY.-O la carencia de él en el hombre.
LORD ILLINGWORTH.-Tiene razón. En un templo todos deben estar serios, excepto el objeto que es adorado. MISTRESS ALLoNBY.-¿Y ése debería ser el hombre?
LORD ILLINGWORTH.-Las mujeres se arrodillan graciosamente; los hombres, no.