Una mujer sin importancia (Oscar Wilde) Libros Clásicos

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Es terrible que entre los de nuestra clase la esposa persista en ser trivial, bajo la falsa impresión de que tiene que ser así. A eso le atribuyo yo la infidelidad de muchos de los matrimonios que todos conocemos en sociedad.
MISTRESS ALLONBY.-¿Sabe usted, lady Caroline, que yo no creo que la frivolidad de la mujer tenga nada que ver con eso? Muchos matrimonios fracasan por el sentido común del marido más que por otra cosa. ¿Cómo puede esperar ser feliz una mujer con un hombre que insiste en tratarla como si fuese un ser perfectamente racional?
LADY HUNSTANTON.-¡Querida!
MISTRESS ALLONBY.-El hombre, el pobre, necesario y confiado hombre, pertenece a un sexo que ha sido racional durante millones y millones de años. Tiene que ser así. Es algo que lleva dentro. La historia de la mujer es muy diferente. Siempre hacemos pintorescas protestas contra la mera existencia del sentido común. Vimos su peligro desde el principio.
LADY STUTFIELD.-Sí; el sentido común de los maridos es ciertamente muy, muy penoso. ¿Cuál es su concepto del marido ideal?
MISTRESS ALLONBY.-¿El marido ideal? No puede haber tal cosa. Es un error.
LADY STUTFIELD.-El hombre ideal, entonces, en su relación con nosotras.
LADY CAROLINE.-Probablemente, sería muy realista.
MISTRESS ALLONBY.-¡El hombre ideal! ¡Oh! El hombre ideal seria el que nos hablase como si fuéramos diosas y nos tratase como si fuéramos niñas. Nos negaría todas nuestras peticiones serias y satisfaría nuestros caprichos. Nos prohibiría ejercer misiones. Siempre diría mucho más de lo que en realidad quisiese decir y querría decir mucho más de lo que dijese.
LADY HÜNSTANTON.-Pero ¿cómo puede ser eso, querida?
MISTRESS ALLONBY.-No perseguiría a otras mujeres bonitas. Eso demostraría su falta de gusto, o harta sospechar que tenía demasiado. No; sería amable con todas, pero diría que ninguna le atraía.
LADY STUTFIELD.-Sí; es muy, muy agradable oír hablar de otras mujeres.
MISTRESS ALLONBY.-Si le preguntásemos algo, tendría que contestarnos hablándonos de nosotras. Invariablemente, debería ensalzar en nosotras cualidades que supiera que no teníamos. Pero debe ser despiadado en grado sumo para reprocharnos virtudes que jamás hemos soñado en tener. Nunca debe creer que conocemos la utilidad de las cosas útiles. Eso sería imperdonable. Pero debe darnos siempre todo lo que no necesitamos.
LADY CAROLNE.-Por lo que veo, no haría otra cosa que pagar facturas y hacernos cumplidos.
MISTRESS ALLONBY.-Debe comprometernos siempre en público y tratarnos con absoluto respeto cuando estuviésemos solos.

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