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LADY HUNSTANTON.-Gerald, eso es simple pereza por su parte. ¡No dejar a su madre! Si yo fuera su madre, insistiría en que se marchase. (Entra Alice por la izquierda.)
ALICE.-Mistress Arbuthnot les pide disculpas, pero tiene un fuerte dolor de cabeza y no puede ver a nadie esta mañana, señora. (Sale por la derecha.)
LADY HUNSTANTON.-(Levantándose.) ¡Un fuerte dolor de cabeza! ¡Lo siento! Quizá puede usted llevarla a Hunstanton esta tarde si se encuentra mejor, Gerald.
GERALD.-Temo que esta tarde no, lady Hunstanton.
LADY HUNSTANTON.-Bueno, mañana entonces. ¡Ah! Si tuviera usted padre, Gerald, no dejaría que malgastase usted aquí su vida. Lo enviaría inmediatamente con Lord Illingworth. ¡Pero las madres son tan débiles! Somos todo corazón, todo corazón. Vamos, querida; tengo que ir a la parroquia a preguntar por mistress Daubeny, pues me temo que no esté muy bien. Es maravillosa la forma en que el archidiácono lo soporta todo, maravillosa. Es el más agradable de los maridos. Un modelo. Adiós, Gerald; déle mis más cariñosos recuerdos a su madre.
MISTRESS ALLONBY.-Adiós, míster Arbuthnot.
GERALD.-Adiós. (Salen lady Hunstanton y mistressAllonby. Gerald se sienta y lee su carta) ¿Con qué nombre pudo firmar? No tengo derecho a ninguno. (Firma, pone la carta en un sobre, escribe las señas y va a cerrarla cuando se abre la puerta de la izquierda y entra mistressArbuthnot. Gerald deja el lacre. Madre e lijo se miran.)
LADY HUNSTANTON.-(A través del ventanal del fondo.) Adiós otra vez, Gerald. Nos vamos acortando camino por su bonito jardín.Y recuerde mi consejo... Márchese con Lord Illingworth.
MISTRESS ALLONBY.-«Au revoir», míster Arbuthnot. Acuérdese de traerme algo de sus viajes; pero no un chal de la India; eso no. (Salen.)
GERALD.-Mamá, acabo de escribirle.
MISTRESS ARBUTHNOT.-¿A quién?
GERALD.-A mi padre. Le he escrito para decirle que venga aquí esta tarde a las cuatro.
MISTRESS ARBUTHNOT.-No vendrá. No entrará en mi casa.
GERALD.-Debe venir.
MISTRESS ARBUTHNOT.-Gerald, si vas a irte con Lord Illingworth, vete inmediatamente. Antes que yo muera de dolor; pero no me pidas que lo vea.
GERALD.-Mamá, no me entiendes. Nada en el mundo me inducirá a irme con Lord Illingworth o a dejarte a ti. Me conoces lo bastante bien para saber eso. No; le he escrito para decirle...
MISTRESS ARBUTHNOT.-¿Qué puedes tú decirle?
GERALD.-¿No puedes adivinar lo que he escrito en esta carta, mamá?
MISTRESS ARBUTHNOT.-No.
GERALD.-Mamá, claro que puedes. Piensa, piensa lo que tiene que suceder ahora, inmediatamente, uno de estos días.