Página 4 de 164
niña, no tenía a quien querer más que a su hermanita y a su
padre, al que el dolor de haber visto ensangrentar las calles de
París al furor popular, debía llevar a la tumba pocos meses
después de la toma de la Bastilla.
H A C I A E L A B I S M O
7
En el momento en que expiraba el marqués de Palarin,
su hija Lucía, aunque prometida anteriormente a Roberto de
Dalassene, acababa de casarse con el conde de Entremont.
Este casamiento inesperado y contrario a sus compromisos
anteriores, había sucedido a los motines trágicos del 14 de
julio, y era su consecuencia. Se había visto, en aquel día, al
prometido de la señorita de Palarin mezclarse con los amoti-
nados, animar sus violencias, fraternizar con ellos y declararse
partidario de las ideas nuevas.
Objeto de vehementes reproches de su abuelo, Roberto
había agravado sus culpas al afirmar sus convicciones y al
tratar de justificar su conducta. El abuelo, indignado, arrojó
de su casa al nieto, y cuando, al día siguiente, éste se presentó
en el hotel de Palarin, no fue recibido. En la misma tarde,
una carta le hacía saber que el Marqués rehusaba dar su hija a
un renegado, y que salía de París con ella. Rabioso, entonces,
e irritado por el rigor con que se le hacía expiar una hora de
extravío, del que acaso se hubiera arrepentido si se le hubiera
tratado con más indulgencia, siguió el ejemplo que le daban
otros nobles: Mirabeau, Talloyrand, Biron, Custine, Cha-
teau-neuf-Randon, le Peletier de Saint-Fargeau, Herault de
Sechelles. Con desprecio de su nacimiento y de las enseñan-
zas que había recibido, e ingrato con los soberanos a quienes
debía tantos favores, se arrojó ruidosamente en el partido de
la Revolución.
Su caída fue tan rápida como profunda. Frecuentó los
clubs, se afilió en los jacobinos, peroró contra los realistas y
los moderados y hasta, un día, se plantó el gorro frigio. Había
E R N E S T O D A U D E T
8