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Por qué número hay que multiplicar esta cantidad para tener el equivalente en 1813? Creo trae hay que multiplicar por cuatro. F. Cenci tendría hoy dos millones doscientos mil francos de renta. Se ve que salió del paso en un proceso de Sodomía) mediante un millón cien mil francos (o cuatro millones cuatrocientos mil francos). Los potentados de nuestros días no tienen tales multas. 15 mayo 33. (N. de Stendhal esa el manuscrito italiano.)
el mundo perdona fácilmente. Muchos romanos recordaban todavía, con amarga añoranza, la libertad de pensar y de obrar de que se gozaba en tiempos de León X, al que perdimos en 1513, y de Pablo III, muerto en 1549. En el reinado de este último papa se empezó a hablar del joven Francisco Cenci por causa de ciertos amores singulares llevados a buen término por medios más singulares todavía.
En el de Pablo III, un tiempo en que todavía se podía hablar con cierta confianza, muchos decían que Francisco Cenci era ávido sobre todo de hechos extraordinarios que pudieran dame peripezie di nuova idea, sensaciones nuevas e inquietantes; los que tal dicen se basan en que en sus libros de cuentas se encuentran detalles como éste:
«Para las aventuras y peripezie de Toscanella, tres mil quinientas piastra (unos sesenta mil francos de 1837), e non fu caro (y no fue caro).»
Quizá en las demás ciudades de Italia no se sabe que nuestra suerte y nuestra manera de ser en Roma cambian según el carácter del papa reinante. Así, durante los trece años del buen papa Gregorio XIII (Buoncompagni), en Roma estaba todo permitido; el que quería hacía apuñalar a su enemigo y, a poco que se condujera modestamente, no le perseguían.
A este exceso de indulgencia sucedió un exceso de severidad durante los cinco años en que reinó el gran Sixto V, del que se ha dicho, como se dijo del emperador Augusto, que hubiera sido necesario que no viniera jamás o que permaneciera siempre. En ese tiempo fueron ejecutados algunos infelices por asesinatos o envenenamientos ya olvidados desde hacía diez años, pero de los que habían tenido la desgracia de confesarse con el cardenal Montalto, después Sixto V.