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¡ Qué diferencia ! se decía, mientras monsieur de Ruppert le daba minuciosos consejos sobre la colocación de dinero. Hay gentes que piensan que el conde es más inteligente y más interesante que Alfredo. ¡ Oh nación de gentes groseras ; Oh nación de hombres de vaudeville! ¡Cuánto más me gustaría la grave bondad de mis buenos alemanes, si no fuera por la triste necesidad de frecuentar una curte y de casarme con el ayudante de campo favorito del rey! »Dubois vino a decirle que Alfredo había sorprendido una carta especial del ronda de Ruppert dirigida a madame de Larcay y que Alfredo se la había mostrado a su mujer, la cual le aseguró que aquella carta no era más que una broma de mal gusto. Al oír esto, Mina no pudo dominar su inquietud. Monsieur de Ruppert podía representar todos los papeles, menos el de un hombre demasiado paciente Le propuso que fuera a pasar ocho días a Chambéry. El no se mostró muy presuroso a aceptar.
Estoy haciendo cosas bastante ridículas; escribo uno carta que puede dar lugar a que se hable mal de mí; lo menos que puedo hacer es que no parezca que me escondo.
Y precisamente tiene que esconderse replicó altanera Mina; Quiere vengarme, sí o no? Yo no quiero que madame de Larcay me deba la suerte de quedarse viuda.
Apuesto que preferiría que el viudo fuese cl marido!
Y a usted qué le importa? replicó Mina.
Tuvo una escena muy viva con monsieur de Ruppert, el cual se marche furioso; pero debió de reflexionar sobre la escasa probabilidad de que inventaran la calumnia que él temía. Su vanidad le recordó que su bravura era notoria. Podía reparar de un solo paso todas las locuras de su juventud y conquistar en un momento una posición soberbia en la sociedad de París; esto valía más que un duelo.
La primera persona que Mina vio en «Les Charmettes» al día siguiente de volver de Aix, fue monsieur de Ruppert. Su presencia la puso muy contenta, pero aquella misma noche se presentó en Les Charmettes monsieur de Larcay.