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-Maurice -dijo Lorin-, piensa lo que vas a hacer; te comprometes peligrosamente.
-Lo sé muy bien -respondió el joven-; pero, ¿qué quieres? Si la abandono, las patrullas la arrestarán a cada paso.
-¡Oh! Sí, sí, mientras que con usted estoy salvada.
-¿Lo oyes? ¡Salvada! -dijo Lorin-. Luego, ¿corre un gran peligro?
-Veamos, querido Lorin -dijo Maurice-; seamos justos. O es una buena patriota o es una aristócrata. Si es una aristócrata hemos hecho mal protegiéndola; si es una buena patriota, debemos custodiarla.
-Perdona, querido amigo; yo no me llevo bien con Aristóteles, pero tu lógica es estúpida. Es como quien dice:
Iris me ha robado la razón
y me pide la sabiduría.
-Veamos, Lorin -dijo Maurice-, deja en paz a Dorat, a Parny, a Gentil-Bernard, te lo suplico. Hablemos seriamente, ¿quieres o no darme la contraseña?
Lorin dudaba entre el deber y la amistad. Antes de comunicar a Maurice la contraseña, «Galia y Lutecia», le hizo jurar por la patria, representada por la escarapela que llevaba en su propio sombrero, que no haría mal uso de su conocimiento.
-Ciudadana -dijo Maurice-, ahora estoy a sus órdenes. Gracias, Lorin.
-Buena suerte -dijo éste, volviéndose a poner el sombrero.
Y, fiel a sus gustos anacreónticos, se alejó murmurando:
Por fin, querida Leonor
Has conocido este pecado tan seducto
Al que temías aunque deseabas
Y al disfrutarlo, aún lo temías
Ahora, dime, ¿qué tiene de espantoso
II LA CALLE DES FOSSES-SAINT-VICTOR COSTUMBRES DEL TIEMPO QUIEN ERA EL CIUDADANO MAURICE
LINDE
Maurice, al encontrarse solo con la joven, permaneció turbado un instante; el temor a ser engañado, el atractivo de aquella maravillosa belleza, un vago remordimiento que arañaba su limpia conciencia de republicano exaltado, le detuvieron un momento cuando se disponía a dar su brazo a la joven.
-¿Adónde va usted, ciudadana? -dijo.
-Muy lejos, señor: junto al Jardín des Plantes.
Maurice preguntó a la joven qué hacía a esas horas por las calles de París; ella le explicó que había estado desde el mediodía en una casa de Roule, ignorante de lo que sucedía en la ciudad. Maurice le dijo que quizás ella era una aristócrata que se reía de él, republicano traidor a su causa, por servirle de guía. Pero ella protestó vivamente y le aseguró amar a la República tanto como él.