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Nunca ha visto a la reina de Francia, o mejor dicho, la reina de Francia nunca le ha visto a él; sin embargo, se juega la vida por defenderla. Quizá sea recompensado con el premio que se otorga hoya cualquier virtud, con una muerte horrible... Pero..., si muere..., allá arriba le daré las gracias... Se llama...
La reina miró con inquietud a su alrededor y bajó la voz:
-Es el caballero de Maison-Rouge... ¡Rogad por él!
IV JURAMENTO DE JUGADOR GENEVIÈVE LA CENA
La tentativa de liberación había excitado la cólera de unos y el interés de otros. Por otra parte, este acontecimiento lo corroboraba la multitud de emigrados que, desde hacía tres semanas, habían vuelto a entrar en Francia por diferentes puntos de la frontera. Era evidente que todas las personas que arriesgaban así su cabeza no lo hacían sin un objetivo, y éste, según todas las probabilidades, era la liberación de la familia real.
A propuesta de Osselin, se había promulgado un decreto condenando a muerte a todo emigrado convicto de haber regresado a Francia, así como a todo ciudadano que le hubiera dado ayuda o, asilo. Esta ley inauguraba el terror. Sólo faltaba la ley sobre los sospechosos.
El caballero de Maison-Rouge era un enemigo demasiado activo y audaz para que su vuelta a París y su aparición en el Temple no acarreasen las más drásticas medidas. Se realizaron registros más severos que nunca en multitud de casas sospechosas, pero el único resultado que dieron fue el descubrimiento de algunas emigradas que se dejaron prender y de algunos viejos que no se molestaron en disputar a los verdugos los pocos días que les quedaban de vida.
Las secciones estuvieron muy ocupadas y el secretario de la de Lepelletier tuvo poco tiempo para pensar en la desconocida. Al principio había intentado olvidar, pero, como decía su amigo Lorin:
Soñando que es necesario olvidar,
Se recuerda.
Maurice no había dicho nada a su amigo, y había guardado en su corazón los detalles de la aventura ignorados por éste; sin embargo, Lorin, que conocía su naturaleza alegre y expansiva, al verle meditabundo y solitario, sospechaba que Cupido andaba por medio.
Entretanto, el caballero no había sido capturado y ya no se hablaba de él. La reina lloraba junto a su hija y su hermana. El joven delfín, en manos del zapatero Simon, comenzaba el martirio que en dos años le llevaría junto a sus padres.