El Caballero de la Maison Rouge (Alejandro Dumas) Libros Clásicos

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Después, dijo a las mujeres que subieran y él descendió al patio.
-¿Qué ocurre aquí? -preguntó a los guardias nacionales-, ¿qué significa todo este ruido? Se oyen gritos de niño desde la antecámara de las prisioneras.
Simon pensó que le llegaban refuerzos y, amenazando con el puño a Lorin, dijo:
-Es ese aristócrata traidor que me impide zurrar al Capeto.
-¡Sí, voto a bríos! Lo impido, y si me llamas otra vez aristócrata o traidor, te atravieso con mi sable.
-¡Una amenaza! -exclamó Simon-. ¡Guardia!, ¡guardia!
-Yo soy la guardia -dijo Lorin-. Así que no me llames, porque si voy te extermino.
Simon recurrió a Maurice; pero éste dio la razón a Lorin y dijo al zapatero que golpeando al niño estaba deshonrando a la nación. Lorin explicó a Maurice la causa de que le golpeara y el joven exclamó:
-¡Miserable!
-¿Tú también? Entonces, estoy rodeado de traidores.
-¡Ah, bribón! -dijo Maurice a Simon, cogiéndole por el cuello y arrancándole el látigo de las manos-. Intenta probar que soy un traidor. -E hizo caer rudamente la correa sobre la espalda del zapatero.
El niño, que miraba estoicamente la escena, dio las gracias. Lorin le dijo que volviera a la torre y pidiera ayuda si Simon le volvía a golpear. En aquel momento salían del torreón Sophie Tison y su compañera; al verlas, Simon amenazó a Maurice con denunciarle por haberlas dejado entrar cuando sólo una tenía permiso. Maurice se acercó a ellas y preguntó a Sophie si había visto a su madre, y la muchacha, al tiempo que contestaba afirmativamente, se situó entre el municipal y su compañera.
A Maurice le hubiera gustado ver a la amiga de la joven o, al menos, oír su voz; pero ella se mantenía envuelta en la capa y parecía decidida a no pronunciar palabra. Incluso le pareció que temblaba. Este temor le infundió sospechas. Subió precipitadamente y al llegar a la primera habitación vio a través de la vidriera cómo la reina ocultaba algo que él supuso una nota. Llamó a su colega.
-Ciudadano Agrícola -dijo-, entra donde María Antonieta y no la pierdas de vista.
Luego ordenó llamar a la señora Tison y le preguntó dónde se había entrevistado con su hija.
-Aquí mismo, en esta antecámara -dijo la mujer.
-¿Y tu hija no ha solicitado ver a la austríaca?

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