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.. Ha intentado insultarme con la mirada. No sabe cuán lejos estoy de todas eras vanidades. Un buen muchacho que conozco desde hace mucho tiempo me ha preguntado si quería cenar con él y con un amigo suyo, que tiene muchos deseos, según decía, de conocerme.
He sonreído tristemente y le he tendido mi mano ardiente de fiebre.
Nunca he visto un rostro tan asombrado.
He vuelto a las cuatro y he cenado con bastante apetito.
Esta salida me ha sentado bien.
¡Si me curase!
¿Cómo es que el aspecto de la vida y de la felicidad de los demás hace que le entren deseos de vivir al que el día anterior, en la soledad de su alma y en la sombra de su habitación de enfermo, deseaba morir rápidamente?
10 de enero.
La esperanza de recobrar la salud no era más que un sueño. Aquí estoy, otra vez en la cama, con el cuerpo cubierto de emplastos que me queman. ¡Vete a ofrecer este cuerpo, que tan caro pagaban en otro tiempo, y ya verás lo que darían hoy!
Es preciso que hayamos hecho mucho mal antes de nacer o que vayamos a gozar de una felicidad muy grande después de la muerte, para que Dios permita que en esta vida se den todas las torturas de la expiación y todos los dolores de la prueba.
12 de enero
Sigo sufriendo.
Ayer me envió dinero el conde de N..., y no lo acepté. No quiero nada de ese hombre. El es el causante de que no esté usted a mi lado.
¡Oh! ¿Dónde están nuestros hermosos días de Bougival?
Si salgo viva de esta habitación, será para ir en peregrinación a la casa en que vivimos juntos; pero sólo saldré muerta.
¿Quién sabe si podré escribirle mañana?
25 de enero
Llevo once noches sin dormir, ahogándome y creyendo a cada instante que me voy a morir. El médico ha ordenado que no me dejen tocar una pluma. Julie Duprat, que me vela, aún me ha permitido que le escriba estas pocas líneas. ¿Es que no va a volver usted antes de que muera? ¿Ha terminado todo eternamente entre nosotros? Me parece que, si usted viniera, me curaría. ¿Para qué curarme?
28 de enero.
Esta mañana me ha despertado un gran ruido.