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Si me abraso por tales piernas que no logré ver, ¿qué me habría pasado al descubrir las tuyas? Añades fuego a la llama y aguas al mar. Por lo que he visto, sospecho cuánto me enajenarían los tesoros, que velan tus vestidos transparentes. En el ínterin, si quieres refrescarte la cara con un aire ligero, mi mano se encargará gustosa de agitar el abanico. ¿O es, más bien que el temple del aire, el fuego de mi alma lo que te abrasa y un amor arrebatado prende en tu cautivo pecho? Mientras charlo, tu blanco vestido se ha cubierto de negro polvo. Sucio polvo, huye de su níveo cuerpo.
Pero ya sale la pompa procesional; silencio y atención: llega el momento del aplauso, viene la brillante pompa. En primer lugar, resplandece la Victoria con las alas extendidas. Ven aquí y haz, ¡oh diosa! que triunfe mi amor. Aplaudid a Neptuno los que os fiáis demasiado de las olas: yo no tengo nada que ver con el piélago, y vivo contento en mi tierra. Soldado, aplaude a tu dios Marte; aborrezco las armas, soy amigo de la paz y del amor, que vive en medio de sus dulzuras. Que Febo sea propicio a los augures, Diana a los cazadores, y Minerva reverenciada por los artífices manuales. Labriegos, alzaos en presencia de Ceres y el tierno Baco, el púgil conquiste los favores de Pólux y el caballero los de su hermano Cástor. Nosotros reservamos los aplausos para ti, dulce Venus, y el rapaz de potentes flechas; diosa, favorece el principio de mí empresa, infunde en mi amada nuevos pensamientos, para que corresponda a mi predilección. Accede a mi súplica, y con el gesto me ha hecho una señal favorable. Lo que la diosa me concedió, te ruego que lo prometas tú misma, y lo diré, con perdón de Venus: serás para mí una diosa mayor. Lo juro por todos los testigos presentes y por la pompa de los dioses: tú serás eternamente mi dueño adorado; pero tus piernas penden al aire; si gustas, puedes apoyar las puntas de los pies sobre estos listones.