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Ya el circo se despejó; va a comenzar el espectáculo; el pretor da la señal, y las cuadrigas salen ala vez de sus cárceles. Veo por quién te interesas; vencerá con tu favor; diríase que los mismos corceles penetran tus deseos. ¡Desgraciado de mí!; describe un gran arco en torno de la meta. ¿Qué haces?; tú rival la pasa casi rozando. ¡Infeliz de ti!; inutilizas los buenos deseos de mi amada; por favor, recoge con vigorosa mano la rienda izquierda. Favorecimos a los inhábiles; pero, romanos, llamadlos de nuevo y dadle señal agitando las togas por doquier. ¡Ah!, los llaman, y si quieres evitar que el movimiento de las togas descomponga tus cabellos, puedes resguardar tu cabeza entre los pliegues de la mía. Ya se abren otra vez las puertas de las cárceles, y los combatientes con túnicas de distinto color, lanzan sus bridones a toda rienda. A lo menos ahora toma la delantera, y vuela por el espacio que libre se le ofrece, esforzándose por que se cumplan mis votos y los de mi amada. Los votos de mi amada se han cumplido; restan sólo los míos; el vencedor recoge la palma, yo tengo que ganarla todavía. Ella se rió, y con sus expresivas miradas me hizo alguna promesa. Me basta por hoy; mañana me concederá lo demás.
III
¿Creeré en la existencia de los dioses? Se burló de la fe jurada, y su rostro permanece tan hermoso como antes; tan largos como eran sus cabellos antes del perjurio lo son después de haber engañado a los númenes. Ayer las rosas purpúreas se fundían en la blancura de su tez, y hoy el rubor la colorea con más rojos matices; su pie era diminuto, y aun conserva su lindísima forma; alta fué y graciosa, y alta y graciosa sigue siendo; tenía unos ojos provocado res, y todavía resplandecen como estrellas los ojos con que me burló tan a menudo su perfidia. ¿Será que los dioses permiten eternamente a las muchachas los falsos juramentos, o que la hermosura es otra especie de divinidad?
Recuerdo que ella juró poco ha por sus ojos y los míos, y sólo los míos han llorado.