Sueños de un paseante solitario (Jean Jacques Rousseau) Libros Clásicos

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Cuando adopté mi lema, me sentía hecho para merecerlo y no dudaba que fuera digno de él cuando, a propósito de la nota del abate Rosier, comencé a examinarme más seriamente.
Al ir escudriñándome entonces con más cuidado, quedé muy sorprendido por la cantidad de cosas de mi invención que recordaba haber dicho como verdaderas en el mismo tiempo en que, orgulloso para mis adentros de mi amor por la verdad, le sacrificaba mi seguridad, mis intereses, mi persona con una imparcialidad de la que no conozco ningún otro ejemplo entre los humanos.
Lo que más me sorprendió fue que, cuando recordaba las cosas inventadas, no sentía ningún sincero arrepentimiento. Yo, cuyo horror por la falsedad no tiene en mi corazón nada que lo nivele, yo que arrostraría los suplicios si hubiera que evitarlos con una mentira, ¿por qué extraña inconsecuencia mentía yo así, deliberadamente, sin necesidad, sin provecho, y por qué inconcebible contradicción no sentía el menor pesar, yo, a quien el remordimiento de una mentira no ha cesado de afligir durante cincuenta años? Jamás me he empedernido en mis faltas; el instinto moral me ha guiado siempre bien, mi conciencia ha conservado su primera integridad, y aun cuando se hubiera alterado plegándose a mis intereses, ¿cómo, mientras guardaba toda su derechura en las ocasiones en que el hombre, forzado por sus pasiones, puede al menos excusarse con su debilidad, la perdía únicamente en las cosas indiferentes donde el vicio no tiene excusa? Vi que de la solución de este problema dependía
Librodo

la probidad del juicio que había de hacer en ese punto sobre mí mismo, y tras haberlo examinado bien, he aquí de qué manera logré explicármelo.
Me acuerdo de haber leído en un libro de filosofía que mentir es esconder una verdad que se debe manifestar. De esta definición se sigue que callar una verdad que no se está obligado a decir no es mentir; pero quien no contento en semejante caso con no decir la verdad dice lo contrario, entonces, ¿miente o no miente? Según la definición, no se podría decir que miente; pues si da moneda falsa a un hombre al que no debe nada, engaña a este hombre, sin duda, pero no le roba.
Aquí se presentan a examen dos cuestiones, una y otra muy importantes. La primera, cómo y cuándo se debe a otro la verdad, puesto que no siempre se le debe.

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