El doncel de don Enrique (Mariano Jose de Larra) Libros Clásicos

Página 13 de 298


-¿No os dije yo -gritó Ferrus estirando el cuello y abriendo los ojos para reconocer a los caballeros- que la venida de Hernando nos traería novedades de importancia? Mirad hacia la derecha por encima de ese ribazo, allí, ¿no veis? Entre aquellos dos árboles, el uno más alto y el otro más pequeño... más acá, seguid la indicación de mi dedo... ahí... ahí...
-Sí, allí vienen dos galopando...
-¿No reconocéis el plumero encarnado del más bajo?
-Sí; él es...
-Hernando es el otro
-¿Qué apostáis a que desde este momento se ha acabado ya la partida de caza?
-Sin embargo, sabéis que veníamos para cuatro días, y no llevamos sino tres.
-Enhorabuena: pues no vuelva yo a hacer una estancia ni a probar vino de Toro en la copa de mi señor si dormimos esta noche aquí... y voto va que si tal supiera diera principio a una pierna de esa ánima en pena que está purgando en la brasa las corridas inútiles que habrá hecho dar por el bosque a más de cuatro cazadores inexpertos -y lanzó un suspiro clavando sus ojos en el asador, vuelto de espaldas al sitio de donde venían los cabalgantes.
-¿Qué hacéis, Ferrus, ahí distraído? Apartad, apartad -gritó Vadillo, sacudiéndole por un brazo y desviándole del camino mal su grado.
En esto llegaban los jinetes a las tiendas, y mientras que el uno de ellos se adelantaba a apearse y tener de la brida el caballo del otro, Ferrus, ambicioso de servir el primero al recién llegado, ganó por la delantera al escudero y tomando el estribo con una mano, mientras que con la otra descubría su cabeza roja y ensortijada, acogió con su acostumbrada sonrisa de deferencia una rápida inclinación de cabeza y una ojeada de amistosa protección que le dispensó el caballero.
-Ya veo, Ferrus -le dijo éste al apearse-, que pudieras desempeñar ese oficio perfectamente si muriesen de repente todos los dignos escuderos de mi casa -y arrojó al descuido una mirada sardónica hacia el negligente Vadillo, que con el capacete en la mano e inclinando el cuerpo, esperaba sin duda a que le dejase algo que hacer el solícito poeta.

Página 13 de 298
 

Paginas:
Grupo de Paginas:               

Compartir:




Diccionario: