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Sabían que había estado bebiendo antes de llegar al espaciopuerto. Bastaba con echar una mirada al suelo de su cabina para demostrarlo.
-Antes preferiría descargar mierda con una pala -dijo Tabitha.
La sargento asintió con la cabeza.
-Bueno, quizá podamos complacerte...
-Apuesto a que hurgar en los bolsos de la gente es una forma inmejorable de conocer a fondo toda la abigarrada riqueza de la vida consciente, ¿eh? - dijo Tabitha.
La sargento cogió un maltrecho ejemplar de una revista de reputación bastante dudosa, la alzó ante el rostro de Tabitha y enarcó una ceja.
Tabitha la ignoró.
-Voy a hacer una llamada, ¿de acuerdo?
-No, no vas a hacer ninguna llamada.
-Tengo que llamar, ¿entiende?
-No, no tienes que llamar a nadie.
-Oiga, a ver si nos entendemos -dijo Tabitha-. Va a ponerme una multa, ¿verdad? Y no tengo dinero, ¿verdad? Acaba de leer todos mis datos.
-Aún no se te ha acusado de nada -dijo la mujer.
Tenía una enorme mandíbula cuadrada, y sus rasgos estaban congelados en una mueca de férrea autosatisfacción que mantenía intactos el hastío y el aborrecimiento, extendiéndolos al mayor número de personas posible.
-Fue en defensa propia dijo Tabitha-. Ya se lo dije...
Giró sobre sí misma y puso la yema de un dedo sobre el peto del agente que la había arrestado.
-No les gusta que los alienígenas se metan en líos -dijo la sargento.
Se refería a los eladeldis, naturalmente, y Tabitha lo sabía.
-Fue un maldito perk -dijo Tabitha-. Oh, vamos... -Se dio cuenta del tono suplicante que impregnaba su voz, y eso le hizo comprender que estaba perdida-. ¿Nunca ha sentido deseos de tirarles al canal? Apuesto a que sí, apuesto a que usted ha hecho cosas mucho peores que coger a un perk del cuello y tirarle al canal...
Se inclinó sobre el mostrador.
-¡Bueno, pues yo le agarré por el cuello y le arrojé al canal en defensa propia! -gritó.
-Oh, estás convencida de que eres una auténtica heroína, ¿verdad? - replicó la sargento . Toda una supermujer que va arrojando perks de un lado a otro, ¿eh?
Empujó las pertenencias de Tabitha hacia ella, llamó a un robot de arresto y la envió al piso de abajo.
Y ahora Tabitha estaba sentada en el catre intentando volver a meter sus cosas dentro de la bolsa.