Reconquistar Plenty (Colin Greenland) Libros Clásicos

Página 25 de 455


La noche en que Tabitha Jute consiguió que su mano entrara en contacto con el abollado picaporte de aluminio de la puerta del local la Cinta de Moebius seguía siendo un establecimiento de reputación inocentemente dudosa que satisfacía las necesidades sociales de quienes se sentían más cómodos haciendo negocios en un ambiente que poseyera un cierto grado de truculencia. Prostitutas de todos los sexos -mejorados o no- visitaban el local tanto al comienzo como al final de sus turnos de trabajo ara hablar con los chulos, los camellos y los clientes "privilegiados".
Unos escribanos de la red tan anticuados que habrían merecido estar en n museo seguían disponibles en una cabina de lo más lúgubre situada a un extremo del bar ofreciendo los cotilleos cada vez más herméticos e ininteligibles a que había quedado reducido su antes floreciente negocio. El otro extremo del bar estaba ocupado por un escenario en el que los artistas fracasados intentaban decidir cuál sería el grado de dignidad con que se enfrentarían a su inexorable declive profesional. Si te echaban del Pabellón Nash porque no podías pagar la factura venías corriendo a la Cinta de Moebius. Cuando entró en el local, Tabitha vio que el escenario estaba ocupado por un hombre corpulento y no muy alto con un loro que parecía real encima del hombro. Los ojos de Tabitha fueron automáticamente hacia su rostro y lo catalogaron como bastante atractivo. El hombre estaba ejecutando alguna clase de pieza musical, pero el ruido y las voces de la clientela hacían que apenas se le pudiera oír.
Tabitha fue hacia el bar. Heidi estaba detrás de la barra atendiendo a los clientes.
-Estoy buscando a un tipo llamado Triste -dijo Tabitha.
-Se ha marchado -replicó Heidi.
Tabitha ya se lo esperaba, pero aun así lanzó un gruñido.
-Heidi, ¿sabes dónde puedo encontrarle?
-En Calixto -dijo Heidi pasando un trapo por la superficie de la barra.
-Mierda... -murmuró Tabitha intentando que el taco sonara lo más jovial posible-. Puso un anuncio en la red diciendo que necesitaba una nave para transportar un cargamento. ¿Sabes algo de eso?
Heidi meneó la cabeza. Sus ojos fueron hacia el número de cabaret. El hombre había extendido los brazos y el loro estaba correteando frenéticamente de una mano a otra.
-No está nada mal, ¿verdad? -preguntó Heidi.
-No le oigo -replicó Tabitha.

Página 25 de 455
 

Paginas:
Grupo de Paginas:                       

Compartir:



Diccionario: