El purgatorio del San Patricio (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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y caen saliendocada uno a su parte.


Patricio. ¡Válgame Dios!
Ludovico. ¡Válgame el diablo!
Lesbia. A piedad han movido.
Polonia. Si no es a mí, que nunca la he tenido.
Patricio. Señores, si desdichas
suelen mover los corazones dichas, 145
sucedidas no espero
que pueda hallarse corazón tan fiero
a quien no ablanden. Mísero y rendido,
piedad por Dios a vuestras plantas pido.
Ludovico. Yo no, que no la quiero; 150
que de los hombres ni de Dios la espero.
Rey. Decid quién sois; sabremos
la piedad y hospedaje que os debemos.
Y porque no ignoréis quién soy, primero
mi nombre he de decir; porque no quiero 155
que me habléis indiscretos,
ignorando quién soy, sin los respetos
a que mi vista os mueve,
y sin la adoración que se me debe.
Yo soy el rey Egerio, 160
digno señor deste pequeño imperio;
pequeño porque es mío,
que hasta serlo del mundo desconfío
de mi valor. El traje,
más que de rey, de bárbaro salvaje 165
traigo porque quisiera
fiera ansí parecer, pues que soy fiera.
A dios ninguno adoro,
que aun sus nombres ignoro,
ni aquí los adoramos ni tenemos, 170
que el morir y el nacer sólo creemos.
Ya que sabéis quién soy, y que fue mucha
mi majestad, decid quién sois.
Patricio. Escucha:
mi propio nombre es Patricio,
mi patria Irlanda o Hibernia, 175
mi pueblo Emptor, por humilde
y pobre sabido apenas.
Este, entre el setentrión
y el occidente, se asienta
en un monte, a quien el mar 180
ata con prisión estrecha,
en la isla que llamaron,
para su alabanza eterna,
gran señor, isla de santos:
tantos fueron los que en ella 185
dieron la vida al martirio
en religiosa defensa
de la fe; que ésta en los fieles
es la última fineza.
De un caballero irlandés, 190
y de una dama francesa,
su casta esposa, nací,

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