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Vase, y sale Ludovico y el embozado.
Ludovico. Ya salimos, caballero,
de la calle. Si era estorbo 2340
reñir en ella, ya estamos
cuerpo a cuerpo los dos solos.
Y pues mi espada no ofende
vuestra persona, me arrojo
a saber quién sois. Decidme, 2345
¿sois hombre, sombra o demonio?
¿No habláis? Pues he de atreverme
a quitaros el embozo.
Descúbrele y está debajo una muerte.
y saber … ¡Válgame el cielo!
¿Qué miro? ¡Ay, Dios, qué espantoso 2350
espectáculo! ¡Qué horrible
visión! ¡Qué mortal asombro!
¿Quién eres, yerto cadáver,
que deshecho en humo y polvo
vives hoy?
Embozado. ¿No te conoces? 2355
Este es tu retrato propio:
yo soy Ludovico Enio.
Desaparece.
Ludovico. ¡Válgame el cielo! ¿Qué oigo?
¡Válgame el cielo! ¿Qué veo?
Sombras y desdichas toco: 2360
muerto soy.
Cae en el suelo y sale Paulín.
Paulín. La voz es esta
de mi señor. El socorro
le llega a buen tiempo en mí.
¡Señor!
Ludovico. ¿A qué vuelves, monstruo
horrible? Ya estoy rendido 2365
a tu voz.
Paulín. ([Ap.] El está loco.)
Que no soy el monstruo horrible;
Juan Paulín soy, aquel tonto
que sin qué ni para qué
te sirve.
Ludovico. ¡Ay, Paulín! De modo 2370
estoy que ignoro quién eres.
Pero, qué mucho, si ignoro
quién soy yo. ¿Viste, por dicha,
un cadáver temeroso,
un muerto con alma, un hombre 2375
que en el armadura sólo
se sustentaba, la carne
negada a los huesos broncos,
las manos yertas y frías,
y el cuerpo desnudo y tosco, 2380
de sus cóncavos vacíos
desencajados los ojos?
¿Por dónde fue?
Paulín. Pues si yo
le hubiera visto, forzoso
fuera que no lo dijera, 2385
pues en ese instante propio
cayera de esotro lado
más muerto que él.
Ludovico. Y aun yo y todo,