Página 25 de 135
SIRENE: Yo lo diré.
CHATO: Yo también.
SIRENE: No lo habéis vos de decir
porque sos un embustero.
CHATO: No me quedo a vos zaguero
en materia de embustir.
SIRENE: Yo habraré.
CHATO: No, sino yo.
SIRENE: No conviene.
CHATO: Sí conviene.
SEMÍRAMIS: Decid vos; callad, Sirene.
CHATO: Oíd si tengo causa o no.
Finalmente quiso Dios,
como digo de mi cuento,
si no lo habéis por enojo,
que al vivir en nueso puebro,
cuando allí estuvo el Rey Nino,
le dieron alojamiento
en nuesa casa a un soldado,
cariñoso por extremo;
pues desde el primer instante
que entró, nos vino diciendo
que abrazaba en cortesía
si en ella se abraza recio.
He aquí que Menón se estuvo,
algunos días, primero
que despachase la gente.
He aquí que el soldado nueso
también se estuvo; llegó
de la despedida el tiempo;
fuéronse todos, y a él solo
le pareció que era presto;
estúvose un poco más
que los otros, que, en efeto,
quien no hace más que otro, más
no vale, dice un proverbio.
Mostrábale mala cara
yo--bastaba la que yo tengo--,
y buena Sirene, si es
que la suya puede serlo.
Él que no estaba muy ducho
en entender bien a gestos,
el de Sirene entendía,
y no el mío; con aquesto
comía como un descosido,
que es poco como un hambriento.
Harto ya, o por no hacer falta
en la guerra, trató luego
de partirse, mas mandó que
le vengamos sirviendo.
Bien pensé yo, y pensé mal,
que fuera la ausencia medio
para que el señor soldado
mos dejara; pues fue yerro;
que entrando a comer agora,
me le hallé en casa, diciendo,