Página 27 de 80
hombre, y CARLOS a CÉSAR, vestido de mujer
FEDERICO: Ya la parte que me cupo
deste peligro excusé.
CARLOS: Y en la que me cupo a mí
estás servida también.
SERAFINA: ¡No vi más gallardo joven;
no vi más bella mujer!
LISARDA: ¡Cielos, aliento me dad!
CÉSAR: ¡Vida, hados, me conceded!
LISARDA: Para saber a quién debo
la vida...
CÉSAR: Para saber
dónde estoy...
LISARDA: (Pero ¿qué miro?)
CÉSAR: (Mas ¿qué es lo que llego a ver?)
LISARDA: (¿Federico no es aquéste?)
CÉSAR: (¿Ésta Serafina no es?)
FEDERICO: (¡Patacón!)
PATACÓN: (Nada me digas;
ya todas tus dudas sé.)
FEDERICO: (¿No es ésta Lisarda?)
PATACÓN: (Así
lo fuera yo.)
SERAFINA: En tanto que
vos, bella dama, cobráis
los colores que a la tez
robó el susto, decid vos
¿quién sois?
LISARDA: En sabiendo a quién;
que no es justo una ignorancia
me acuse de descortés.
SERAFINA: Serafina soy.
LISARDA: Ahora
que, rendido a vuestros pies,
no puedo errar el estilo,
que soy, señora, sabed
el príncipe de Orbitelo,
César...
CÉSAR: (¿Qué es lo que escuché?
Mi nombre ha dicho y mi estado.)
PATACÓN: ¡Vive Dios...
FEDERICO: (La voz detén.)
PATACÓN: (que es el enredo mayor!)
FEDERICO: (Oye y calla.)
PATACÓN: (Mal podré.)
LISARDA: ...que, habiendo oído a la fama
el certamen de un cartel,
a ser vuestro aventurero
vengo, confiado en que
no mereceros ninguno
es asunto suyo, pues
no es grosero quien ya sabe
que viene a no merecer.
Por llegar a vuestros ojos
tan veloz pretendí ser
que, con ansias de volar,
tuve a pereza el correr;
con que, apurado el caballo,
al freno rompió la ley,
si ya no fue de mi dicha
diligencia su altivez;
porque volar hacia el sol
lo acreditase el caer.
Sale NISE de lacayuelo
NISE: Y yo, Gandalín Menique,