Página 46 de 80
LISARDA: ¿Por qué a ti?
CÉSAR: Porque eres quien
en obligación me has puesto
bien grande hoy.
LISARDA: Yo te suplico
me digas la obligación,
para estimarte esa acción.
CÉSAR: Desairar a Federico
con Serafina.
LISARDA: Pues ¿qué
pudo eso importarte a ti?
CÉSAR: Algo me importa.
LISARDA: ¡Ay de mí!
¿Le amas acaso?
CÉSAR: No sé.
Mas basta decirte aquí
que, en mi fortuna cruel,
el descomponerle a él
es darme la vida a mí.
Vase
LISARDA: ¿Qué escucho? ¡Valedme, cielos!
Que en mi ciega confusión
se verifican que son
hidras cortadas los celos;
pues donde unos mueren, vi
nacer otros (¡oh hado infiel!).
¿El descomponerle a él
es darme la vida a mí?
Aun esto más me acobarda
que el buscar a César. ¡Cielos!
¿No bastaban unos celos,
sino otros celos?
Sale FEDERICO recatándose
FEDERICO: ¡Lisarda!
LISARDA: Pues ¿cómo me hablas, tirano,
desa suerte?
FEDERICO: Aunque debiera
hablarte de otra manera,
ya es otro tiempo, y en vano
estilo a mudar me atrevo,
cuando es fuerza hablar así,
por lo que me debo a mí,
no por lo que a ti te debo;
que, aunque mi vida ofendida
de tus acciones está,
yo soy quien soy, y me da
nuevo cuidado tu vida.
Guardarla, ingrata, pretendo
del peligro en que se halla.
Aquí está tu padre.
LISARDA: Calla,
calla, ingrato; que ahora entiendo
que tú con Celia has tratado
para ausentarme de ti.
FEDERICO: ¿Yo con Celia?
LISARDA: Ingrato, sí;
tú a Celia se lo has contado.
FEDERICO: ¿Yo a Celia?
LISARDA: Sí. Pensarás,
con que vienen a buscarme
y que es mi padre, ausentarme
del sitio. Pues no podrás
conseguirlo; que he de estar,
a tu pesar, compitiendo
tu fineza, deshaciendo
cuanto llegues a intentar
con ella y con Serafina,