Página 48 de 80
eres mío.)
ENRIQUE: ¿Qué mandáis?
FEDERICO: (A riesgo de amor y vida
es bien que su muerte impida.)
Yo pienso que no ignoráis
muchas quejas que de vos
tengo, y en ellas quisiera
que en secreta parte fuera,
menos pública a los dos.
Y así os suplico conmigo
vengáis.
ENRIQUE: Antes que buscar
a César esto es. Guiar
podéis vos, que ya os sigo.
FEDERICO: Vuestra aquesa elección fue.
[ENRIQUE:] Ved dónde queréis que vamos.
FEDERICO: De aqueste jardín salgamos
una vez, que yo diré
allá dónde habemos de ir.
ENRIQUE: Salgamos.
Sale SERAFINA
SERAFINA: ¿Qué es esto?
FEDERICO: Nada.
(¿Habrá suerte más airada?)
ENRIQUE: Sí es, y de mí lo has de oír.
Contigo, señora, estaba,
ya lo sabes, esperando
que viniera César, cuando
dijo una dama quedaba
en aqueste jardín. Yo,
porque creí que pudiera
ser que su enojo le hiciera
ausentar sin verle, no
quise esperarle; y así
con tu licencia a buscarle
salí, y pensando aquí hallarle,
hallé a Federico aquí.
Es Federico mi amigo,
y, habiéndole yo informado
de mi venida y cuidado,
él, cortesano conmigo,
sabiendo por dónde iría,
ha querido no dejarme
y, hasta verle, acompañarme.
SERAFINA: No dudo que eso sería;
y pues no le habéis hallado,
y ya es tarde, hasta después
os retirad. Idos, pues,
a vuestro cuarto.
ENRIQUE: Postrado
os obedezco. (Porque
no entienda nuestros extremos,
voy.)
FEDERICO: (Mañana nos veremos.)
ENRIQUE: (¿Dónde?)
FEDERICO: (Yo os lo avisaré.)
SERAFINA: ¿Qué es lo que habláis los dos?
FEDERICO: Vuelvo a darle el parabién
de su venida.
SERAFINA: Está bien.
A ENRIQUE [y luego a FEDERICO]
Idos vos, y quedaos vos;
Vase ENRIQUE
que he de apurar, por no verme
obligada a declararme,
si habéis venido a obligarme,
Federico, o a ofenderme