Página 5 de 62
JUAN: Suelta,
Beatriz.
BEATRIZ: No has de ir.
JUAN: Mira que es
con mi hermano la pendencia.
BEATRIZ: ¡Ay de mí, triste!
JUAN: A tu lado
estoy.
LUIS: Don Juan, tente. Espera;
que más que a darme valor
a hacerme cobarde llegas.
Caballero forastero,
quien no excusó la pendencia
solo, estando acompañado
bien se ve, que no la deja
de cobarde. Idos con Dios;
que no sabe mi nobleza
reñir mal, y más con quien
tanto brío y valor muestra.
Idos con Dios.
MANUEL: Yo os estimo
bizarría y gentileza;
pero si de mí por dicha
algún escrúpulo os queda,
me hallaréis donde quisiereis.
LUIS: Norabuena
MANUEL: Norabuena.
JUAN: ¿Qué es lo que miro y escucho?
¿Don Manuel?
MANUEL: ¿Don Juan?
JUAN: Suspensa
el alma no determina
qué hacer cuando considera
un hermano y un amigo,
que es lo mismo, en diferencia
tal, y hasta saber la causa,
dudaré.
LUIS: La causa es ésta.
Volver por ese crïado
este caballero intenta,
que necio me ocasionó
a hablarle mal. Todo cesa
con esto.
JUAN: Pues, siendo así
cortés, ¿me darás licencia
para que llegue a abrazarte?
El noble huésped que espera
nuestra casa es el señor
don Manuel, hermano. Llega;
que dos que han reñido iguales,
desde aquel instante quedan
más amigos pues ya hicieron
de su valor experiencia.
Daos los brazos.
MANUEL: Primero
que a vos os los dé, me lleva
el valor que he visto en él
a que al servicio me ofrezca
del señor don Luis.
LUIS: Yo soy
vuestro amigo, y ya me pesa
de no haberos conocido,
pues vuestro valor pudiera
haberme informado.
MANUEL: El vuestro,
escarmentado, me deja
una herida en esta mano
LUIS: [¡Por mi vida!] ¡Más quisiera
tenerla mil veces yo!