La dama y el duende (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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COSME: Tengo las manos
sucias, señor, con el sebo
de la vela, y mancharé
el tafetán, que cubierto
le tiene. Mejor será
que le pongas en el suelo.
MANUEL: Ropa blanca es, y un papel.
Veamos si el fraile es discreto.

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"En el poco tiempo que ha que vivís en esta
casa, no se ha podido hacer más ropa. Como
se fuere haciendo, se irá llevando. A lo
que decís del amigo, persuadido a que soy
dama de don Luis, os aseguro que no sólo [no]
lo soy, pero que no puedo serlo. Y esto dejo
para la vista, que será presto. Dios os
guarde."

Bautizado está este duende
pues de Dios se acuerda.
COSME: ¿Veslo?
¿Cómo hay duende religioso?
MANUEL: Muy tarde es. Ve componiendo
las maletas y cojines
y en una bolsa pon estos

Dale unos papeles


papeles, que son el todo
a que vamos, que yo intento
en tanto dejar respuesta
a mi duende.

Pónelos sobre una silla y don MANUEL
escribe


COSME: Aquí los quiero,
para que no se me olviden
y estén a mano, ponerlos
mientras me detengo un rato
solamente a decir esto.
¿Has creído ya que hay duendes?
MANUEL: ¡Qué disparate tan necio!
COSME: ¿Esto es disparate? ¿Ves
tú mismo tantos efectos
como venirse a tus manos
un regalo por el viento,
y aún dudas? Pero bien haces
si a ti te va bien con eso;
mas déjame a mí que yo,
que peor partido tengo,
lo crea.
MANUEL: ¿De qué manera?
COSME: De esta manera lo pruebo.
Si nos revuelven la ropa,
te ríes mucho de verlo,
y yo soy quien la compone
que no es trabajo pequeño.
Si a ti te dejan papeles

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