Luis Pérez el gallego (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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que defienden al sol los resplandores,
coronadas de mirtos y laureles,
puedes, haciendo alfombras sus colores,
de los rayos hüir iras crüeles,
pues la saña del sol en este monte
precipicios avisa de Faetonte.
LEONOR: No puedo, aunque de esferas de diamante
lleva rayos el sol, volver un paso
atrás, pues la salud del almirante
me llama a ser aurora de su ocaso.
Con todo, esperaré este breve instante
por ver si el sol, desvanecido acaso,
se emboza en las cortinas de una nube,
altiva garza que a los cielos sube.

Sale el JUEZ Pesquisidor con ministros de la
justicia


JUEZ: Andando ahora en busca, oh Leonor bella,
de estos hombres a quien el cielo esconde,
pues un rastro, una estampa, ni una huella
a mi solo deseo corresponde,
supe la nueva triste que atropella
vuestra inquietud, y vine luego donde
ninguna ocupación, señora, impida
rendir a vuestras plantas esta vida.

Aparte los dos


LUIS: Manuel, ¿oís?
MANUEL: Más quedo hablad.
LUIS: Supuesto
que a castigar ese traidor villano
con pública venganza estoy dispuesto,
¿qué ocasión podrá hallar jamás mi mano
mejor que verle ahora en este puesto,
donde alabanza, honor y gloria gano,
volviendo por mi honor y el de un amigo,
juntando el juez, la parte y el testigo?
Yo salgo.
MANUEL: Mirad bien...
LUIS: Ya estoy restado;
mi honor defiendo a riesgo de mi vida.
MANUEL: Llegad, pues que ya estáis determinado;
que yo no es bien que vuestro honor impida.
Mas esperad un poco; que ha llegado
mucha gente.
LUIS: ¡Ay de mí! Ya veo perdida
la ocasión.
LEONOR: Gente viene.
JUEZ: ¡Hola! ¿Qué es eso?

Salen ALGUACIL 1 y ALGUACIL 2 con otros que traen a
PEDRO agarrado


ALGUACIL 1: Un hombre que del monte traen preso.

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