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.., de hecho, podría apostar dos contra uno a que si usted nos acompaña esta noche podré ayudarle a echarle el guante.
-¿En el barrio italiano?
-No; creo que en Chiswick nos será mucho más fácil encontrarlo. Si viene usted conmigo a Chiswick esta noche, Lestrade, le prometo ir mañana con usted al barrio italiano; con ese pequeño retraso no se pierde nada. Y ahora, creo que unas pocas horas de sueño nos vendrían muy bien a todos, porque no pienso salir hasta las once y es poco probable que regresemos antes de que amanezca. Quédese a cenar con nosotros, Lestrade, y después puede echarse en el sofá hasta que llegue la hora de salir. Mientras tanto, Watson, le agradecería que llamase a un mensajero, porque tengo que enviar una carta y es importante que salga cuanto antes.
Holmes se pasó la tarde rebuscando entre los diarios atrasados que llenaban uno de nuestros trasteros. Cuando por fin bajó, sus ojos tenían una expresión de triunfo, pero no nos dijo nada sobre el resultado de sus indagaciones. Por mi parte, yo había seguido paso a paso los métodos con los que habíamos seguido los diversos vericuetos de este complicado caso y, aunque todavía no intuía cuál era nuestro objetivo, me daba perfecta cuenta de que Holmes esperaba que el grotesco criminal intentara apoderarse de los dos bustos que quedaban, uno de los cuales, como yo recordaba, se encontraba en Chiswick. Sin duda, el objeto de nuestro viaje era atraparlo con las manos en la masa, v no podía dejar de admirar la astucia con que mi amigo había insertado una pista falsa en el periódico de la tarde, para que nuestro hombre pensara que podía seguir adelante con su plan impunemente. No me sorprendí cuando Holmes sugirió quellevara mi revólver. Él ya se había equipado con la pesada fusta de caza, que era su arma favorita.
Un coche nos aguardaba a las once en la puerta, y en él llegamos hasta un lugar al otro lado del puente de Hammersmith, donde dijimos al cochero que nos esperara. Una corta caminata nos llevó hasta una calle solitaria, flanqueada por bonitas casas, cada una con su terreno propio. A la luz de una farola leímos «Laburnum Villa» en la entrada de una de ellas. Evidentemente, sus ocupantes se habían retirado a dormir, porque todo estaba oscuro, a excepción de una luz sobre los cristales de la puerta del vestíbulo, que arrojaba un borroso círculo de luz sobre el sendero del jardín.