Página 7 de 19
Una sola cosa se echo de menos en el cuarto, pero era de un detalle elocuente. El retrato de Miss Morton, que estuvo siempre encima de una mesita, había sido quitado del marco y había desaparecido. La señora Woods lo había visto allí aquella misma noche, cundo sirvió a su señor, y ahora ya no estaba allí. Por otra parte, se recogió del suelo un parche de ojo, verde, que el ama de llaves no recordaba haber visto jamás su señor. Pero, no obstante, quizás lo tenía sin que ella lo hubiese observado y no había indicio alguno de que tuviese relación con el crimen.
Las sospechas sólo podían encauzarse en una dirección y se procedió inmediatamente a detener al joven terrateniente, Arthur Morton. Las pruebas en contra suya eran indirectas, pero suficientes para condenarle. Quería mucho a su hermana y quedo demostrado que, con posterioridad a la ruptura del compromiso matrimonial entre ella y el doctor Lana, se había expresado en los términos más vengativos al hablar de este último. Estaba también demostrado que, a una hora no fijada con exactitud, pero alrededor de las once, había entrado por la puerta exterior de la casa, camino del consultorio, armado con un látigo de caza. Según la hipótesis de la policía, fue en ese momento cuando se metió en el despacho del médico, quien, al verlo dejó escapar una exclamación de miedo o de ira en voz alta que pudo llamar la atención de la señora Woods. Para cuando ésta acudió, ya el médico había tomado la resolución de discutir con su visitante y por eso despidió a su ama de llaves, ordenándole que se retirarse a su habitación. La discusión fue larga, se fue acalorando más y más y termino en lucha a brazo partido, perdiendo en ella la vida el doctor. La autopsia del cadáver permitió comprobar que el doctor padecía una grave enfermedad cardiaca -una enfermedad que durante su vida nadie había advertido-, siendo posible, por esto, que unas heridas que en un hombre sano no habrían sido mortales le hubiesen producido a él la muerte. Hecho eso, según la hipótesis policíaca, Arthur Morton recogió la fotografía de su hermana y se dirigió hacia su casa, escondiéndose entre los arbustos de laurel para no tropezarse en la puerta exterior a la señora Madding. Esa hipótesis sirvió de base para la acusación y ésta se presentaba con una fuerza imponente.