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Me sorprendió, por tanto, verle entrar en mi consultorio la noche del 24 de abril. Me chocó su aspecto, porque parecía más delgado y más pálido de lo normal en él.
1 Estos tres casos debieron de ser «La aventura del pabellón Wisteria» (es Su último saludo), «Estrella de Plata» (en este volumen) y «La aventura de la diadema de berilo» (en Las aventuras de Sherlock Holmes).
-Sí, me he estado cuidando muy poco últimamente -observó en respuesta a mi mirada más que a mis palabras-. Estos últimos días han sido muy agitados. ¿Le importaría que cerrara las contraventanas?
La lámpara sobre la mesa en la que yo había estado leyendo era la única luz que había en la habitación. Holmes, caminando pegado a la pared, llegó junto a ellas y las cerró de golpe, echando después el pestillo.
-¿Tiene miedo de algo? -pregunté yo.
-Pues sí, lo tengo.
-¿De qué?
-De las pistolas de aire comprimido2.
-Mi querido Holmes, ¿qué quiere decir con esto?
-Creo que me conoce lo suficiente, Watson, para saber que no soy en absoluto un hombre nerviosos. Al mismo tiempo es una estupidez más que una valentía el negarse a reconocer que uno corre peligro. ¿Podría darme una cerilla?
Sacó su pitillera como si agradeciera el efecto relajante del tabaco.
-Debo excusarme por aparecer a semejante hora-dijo-, y además tengo que pedirle que por una vez sea tan poco convencional como para permitirme que salga de su casa saltando por el muro posterior de su jardín.
-¿Pero qué significa todo esto? -pregunté.
Alargó la mano y a la luz de la lámpara vi que tenía dos nudillos quemados y que le sangraban.
-Ya ve que no se trata de una nadería-dijo sonriendo-. Por el contrario, es algo lo suficientemente importante como para que un hombre se deje en ellos sus manos. ¿Está la señora Watson en casa?
-Está de visita fuera de la ciudad.
-¡Estupendo! ¿Está usted solo, pues?
-Más o menos.
-Esto me facilita el proponerle que se venga conmigo una semana al continente.
-¿Adónde?
-¡Oh!, a cualquier lado. Me es igual.
2 Este tipo de pistolas no tiene nada que ver con las escopetas de aire comprimido de feria. La primera arma de este tipo fue construida en 1530 por el armero alemán Günter de Nuremberg, y fue perfeccionada por otros compratriotas suyos como Lobsinger (1550) y Mavin (1600).