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No es un tema en el que me guste demorarme y, sin embargo, soy consciente de que es mi deber no omitir ningún detalle.
Fue el 3 de mayo cuando llegamos al pueblecito de Meringen, donde nos alojamos en la Englischer Hof, llevada entonces por el viejo Meter Steiler. Nuestro patrón era un hombre inteligente y hablaba un inglés excelente, por haber trabajado tres años como camarero en el Grosvenor Hotel5 de Londres. Siguiendo su consejo, en la tarde del 4 salimos juntos con la intención de cruzar las colinas y de pasar la noche en el Hamlet de Rosenlaui. No obstante, nos dio instrucciones para que, bajo ningún concepto, pasáramos las cataratas de Reichenbach, que están a medio camino de la colina, sin dar una pequeña vuelta para verlas.
Es, de verdad, un lugar que impone terror. El torrente acrecentado por las nieves fundidas se sume en un tremendo abismo del que sube una fina lluvia que lo envuelve todo como si se tratara del humo de una casa ardiendo. El hecho por el que se precipita el propio río es una inmensa sima limitada por unas rocas negras y resbaladizas que se estrecha en un pozo de incalculable profundidad, de aspecto cremoso e hirviente, en el que se arremolina la corriente al pasar por entre sus mellados bordes. El continuo movimiento de la corriente verdosa cayendo desde lo alto y la espesa cortina de siseante agua pulverizada que no deja de subir desde el abismo, marean a un hombre con su torbellino y clamor constantes. Nos quedamos en el borde, observando el brillo del agua que se estrellaba contra las rocas muy por debajo de donde estábamos y escuchando el grito casi humano, parecido a un intenso gemido, que producía la nube de agua que subía desde el abismo.
Han abierto un camino que rodea media catarata con el fin de permitir una vista completa, pero éste acaba bruscamente y el viajero ha de volver por donde ha venido. Ya nos habíamos dado la vuelta para disponernos a regresar, cuando vimos a un
5 El Grosvenor Hotel se abrió en 1861, poco después de terminada la estación Victoria. Es un hermoso edificio de 90 metros de ancho por 30 de alto, que da a la calle del palacio de Buckingham.
muchacho suizo que venia corriendo por éste con una carta en la mano.