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COVIELLE. -¡Después de tan asiduos homenajes, de tantos cuidados y servicios como la tributé en la cocina!
CLEONTE. -¡Tantas lágrimas derramadas a sus pies!
COVIELLE. -¡Tantos cubos de agua que saqué del pozo por ella!
CLEONTE.-¡Tanto ardor como la he demostrado, queriéndola más que a mi mismo!
COVIELLE. -¡Los calores que yo he pasado dando vueltas al asador en lugar suyo!
CLEONTE. -¡Y huye de mí con desprecio!
COVIELLE. -¡Y me vuelve las espaldas descaradamente!
CLEONTE. -¡Es una perfidia digna del más duro castigo!
COVIELLE. -¡Es una traición que merece mil soplamocos!
CLEONTE. -¡Que no se te ocurra en la vida venirme a hablar de ella, te lo ruego!
COVIELLE. -¿Yo?... ¡Dios me libre!
CLEONTE. -No me vengas queriendo disculpar su inconstancia.
COVIELLE. -No temáis tal cosa.
CLEONTE. -Porque te advierto que todas las razones que encuentres para disculparla serán inútiles.
COVIELLE. -Pero, ¿quién piensa en eso?
CLEONTE. -Quiero mantener mi resentimiento y romper relaciones con ella.
COVIELLE. -Me parece muy bien.
CLEONTE. -Probablemente, ese señor conde que visita la casa la ha entrado por el ojo, y, como si lo viera, su presunción se deja deslumbrar por el brillo de los cuarteles... Pero le juro por mi honor que sabré prevenirme contra el desbordamiento de su inconstancia; que he de seguir sus pasos por el camino de mudanzas a que la veo correr, para que no le quepa la satisfacción de haberme desdeñado.
COVIELLE. -Bien pensado; y, por mi parte, meto baza con vos en el juego.
CLEONTIE. -Alienta mi despecho y apoya mi resolución. Contra todos los residuos de amor que aún pudieran hablarme de ella. Te ruego encarecidamente que me digas lo más malo que se te ocurra de su persona, pintándomela de tal modo que me parezca despreciable. Indícame, haciéndomelos resaltar, todos los defectos que hayas podido advertir en ella para que sienta hastío.
COVIELLE. -¿Qué os diré yo, señor, de esa doña Melindres, presuntuosa y ridícula, demasiado burda para inspiraros un amor semejante?... No encuentro en ella nada que no sea mediocre, y os
tropezaréis con otras cien que sean más dignas de vos.