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Beth declaró que ni pisaría la feria y Jo quería que Amy retirara todos sus trabajos y dejase que esa mezquina gente se las arreglase sin ella.
-Que ellos sean mezquinos no es una razón para que lo sea yo. Odio ese tipo de "toma y daca", y aunque creo tener derecho a sentirme lastimada no pienso demostrárselo. ¿No te parece, mamá?
-¡Ya lo creo, querida, ése es el espíritu que hay que tener...!, un beso a cambio de un golpe es siempre lo mejor que se puede dar, por más que muchas veces no sea nada fácil contestó la madre con aire de hablar por experiencia.
A pesar de varias, tentaciones que sintió Amy de mostrar resentimiento y de tomar represalias, se atuvo a su resolución todo el día siguiente, empeñada en conquistar a su enemigo a fuerza de bondad. Al principio toro fue bien gracias a una advertencia que recibió inesperada pero muy oportunamente. Cuando arreglaba su "stand" esa mañana Amy tomó una de sus producciones preferidas, un librito cuyas hojas de pergamino había iluminado muy bellamente para ilustrar varios textos. Mientras recorría s con justificado orgullo las páginas ricas en delicados dibujos, su mirada cayó sobre un verso que la hizo detenerse a pensar: Rodeadas de un marco brillante de dibujos en volutas escarlata, azul y oro estaban las siguientes palabras: Ama a tu prójimo como a ti mismo.
"Así debiera ser, pero en lo que a mí concierne, no lo consigo" -pensó Amy dejando vagar la mirada de la colorida página a la cara descontenta de May tras los jarrones que nopodían esconder los vacíos que antes llenaban las bonitas obras de Amy. Ésta continuó un momento volviendo las hojas del librito. Aun un "stand" de feria puede convertirse en púlpito, y la conciencia de Amy fue la que le predicó un sermoncito tal, y la joven hizo lo que muchos de nosotros no siempre hacemos: tomó el sermón al pie de la letra y lo puso inmediatamente en práctica.
Rodeando la mesa de May había un grupo de muchachas admirando las cosas bonitas que allí se exhibían y comentando el cambio de vendedoras. Al llegar Amy bajaron la voz, y Amy sabía que estaban hablando de ella, es decir, oyendo sólo un lado de la cuestión y juzgándola según eso. No fue agradable, pero Amy iba ahora animada de un nuevo espíritu, y en seguida se presentó la ocasión de demostrarlo, pues oyó a May que decía: