Las Mujercitas se casan (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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-¡Al diablo! -fue la consoladora respuesta.
Por un minuto pareció detenerse el corazón de Jo al ver que Laurie se dirigía violento a la costa del río. Pero hace falta mucha locura, angustia o culpa para impulsar a un joven a una muerte violenta, y Laurie no pertenecía a esa clase de seres débiles que se dejan vencer por unsolo fracaso. Últimamente salió remando como un loco, marcando mejor tiempo río arriba que el que había logrado en muchas carreras. Jo exhaló un suspiro prolongado y aflojó las manos crispadas.
-Eso le va a hacer bien y volverá a casa en tal estado de ternura y arrepentimiento que no me voy a animar ni a mirarlo. -Y mientras entraba en su casa muy lentamente, sonriendo como si hubiese asesinado a un inocente, añadió:
-Ahora debo ir a preparar al señor Laurence para que sea benévolo y cariñoso con "mi pobrecito muchacho". ¡Ojalá hubiese podido enamorarse de Beth!... Quizá suceda eso con el tiempo, aunque comienzo a creer que me había equivocado respecto de ella, ¡Pensar que pueda haber chicas que gocen con tener enamorados y rechazarlos... ! ¡A mí me parece espantoso!...
Segura de que nadie podía hacer aquello tan bien como ella misma, Jo se fue directamente a ver al señor Laurence y le contó aquella difícil historia del principio al fin, y cuando hubo terminado perdió completamente la presencia de ánimo y se puso a llorar de manera tan lúgubre por su propia insensibilidad que el bondadoso anciano, aunque había sufrido un gran desencanto con la noticia, no pronunció una palabra de reproche. Le resultaba difícil comprender que ninguna chica pudiese escapar al encanto de Laurie y no enamorarse de él, y tenía esperanzas de que Jo cambiase de idea, pero sabía aún mejor que Jo que el amor no puede forzárselo. Así que no hizo otra cosa que resolver alejar al muchacho del peligro, pues las palabras finales que el impetuoso muchacho había dicho a Jo al marcharse inquietaban al señor más de lo que quiso confesar.
Cuando Laurie regresó, muerto de cansancio, pero por fin sereno, su abuelo salió a encontrarlo como si nada hubiese pasado y mantuvo el engaño muy bien durante un par de horas. Pero al llegar el crepúsculo se hizo difícil al joven seguir escuchando elogios por su ­éxito de ese año, que ahora le parecía "Trabajo de amor perdido"6.

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