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¿Creerás que me ha dicho también que una vez casada con él, debo cesar de amar al caballero Danceny? ¡Como si fuera posible! ¡Oh! yo te aseguro bien que siempre lo amaré. Mira; primero quisiera no casarme. Que ese señor de Gercourt se arregle como quiera; yo no he ido a buscarlo. Ahora está en Córcega, bien lejos de aquí; allí quisiera yo que se quedase diez años. Si no temiera que me volviesen al convento, diría a mi madre que no quiero tal marido; pero sería peor. Me hallo bien confusa. Advierto que jamás he amado tanto a Danceny como ahora, y cuando pienso que no me queda más que un mes de estar como estoy, las lágrimas me saltan a los ojos. No tengo más consuelo que la señora de Merteuil; ¡es tan buena! Siente mis penas como yo misma, y además es tan amable que, cuando estoy con ella no pienso en mis pesares. Por otra parte, me es sumamente útil, porque lo poco que sé, ella me lo ha enseñado; y es tan buena, que le digo todo cuanto pienso, sin rubor ninguno. Cuando halla que no hago bien, suele reñirme, pero con mucha dulzura, y luego la abrazo con toda mi alma, hasta que se desenfada. A lo menos, a esta señora puedo amarla cuanto yo quiera, sin que haya mal en ello, y esto me agrada mucho. Sin embargo, hemos convenido en que no tendré tanto el aire de amarla delante de las gentes, y sobre todo, de mi madre, para que no desconfíe en punto al caballero Danceny. Te aseguro que si pudiese vivir siempre como ahora, creo que sería muy dichosa. Sólo ese feo de Gercourt... pero no quiero hablar más de él, porque volvería a ponerme triste. En vez de eso, voy a escribir al caballero Danceny, y no le hablaré de mis penas, sino de mi amor, porque no quiero afligirle.
Adiós, mi buena amiga; ya ves que no tendrías razón de quejarte, y, que por más ocupada que esté, como me dices, me queda siempre tiempo para amarte y escribirte11.
CARTA XL
EL VIZCONDE DE VALMONT A LA MARQUESA DE MERTEUIL.
No basta a mi inhumana el no responder a mis cartas y el rehusar recibirlas; quiere además privarme de su vista, y exige que me aleje. Lo que le sorprenderá, es que yo me someto a tan excesivo rigor.