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unos valientes empeñados en una empresa útil y gloriosa para la nación, y
a los cuales, si de algo podía acusárseles, era tan sólo de un exceso de
celo y de valor. Vencido por estas quejas e instancias el gobernador
consintió en enviar un pequeño buque a la Gorgona; pero a fin de que no
pareciese que alentaba a Pizarro a ninguna nueva empresa, no permitió que
se embarcasen en él más que el número de hombres de mar necesarios para la
maniobra.
Durante este tiempo Pizarro y sus compañeros de fortuna se consumían
en aquella tierra inhospitalaria, conocida por el lugar más insalubre de
aquella parte de América, y de la [46] cual dice Herrera, que por ser tan
desagradable su estancia en ella, a causa de lo malsano del clima, de sus
bosques impenetrables, de sus montañas escarpadas y de la multitud de sus
insectos y reptiles, se la daba el epíteto de infernal, añadiendo que
raras veces se ve el sol y que llueve en ella casi todo el año. Sin más
abrigo que los bosques que cubrían el suelo, sin más víveres que raíces y
mariscos, cuando eran bastante afortunados para procurárselos, los
españoles pasaron cinco meses en una situación horrible. Volvían
continuamente los ojos hacia el lado de Panamá, mas cada día que
transcurría dejaba burlada su esperanza, y hasta el mismo Pizarro dejó ver
por vez primera síntomas de desaliento. Cansados en fin de aguardar
inútilmente resolvieron abandonarse en una balsa al Océano, antes que
permanecer por más tiempo en aquella horrible morada, donde no podían
esperar más que sufrimientos espantosos y la muerte; pero en el momento en
que iban a tomar este partido desesperado, mostrose a lo lejos el buque a
su vista. En un instante quedaron olvidadas todas las penas y renacieron
todas las esperanzas. Fuele fácil a Pizarro determinar, no tan sólo a sus
propios compañeros, sino a la tripulación del buque a que prosiguiesen con
nuevo ardor su primer proyecto. En vez de volver a Panamá dirigiéronse al
sudeste, y más afortunados esta vez que en [47] sus tentativas anteriores,
descubrieron la costa del Perú el vigésimo día de su partida de la isla.
Limitáronse durante mucho tiempo a saltar en tierra y entrar en las