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Antes de empezar este juego se orientan los jugadores todo lo posible, dando á cada ángulo de la sala, patio ó jardín el nombre de uno de los cuatro puntos cardinales; y para evitar toda discusión se escriben sus nombres sobre cuatro cartones, que se fijan en las paredes, si es la diversión en un patio ó salón, ó en los árboles, si es en un campo ó jardín.
Uno de los jugadores, que debe ser una persona viva y acostumbrada á este juego, hace, el papel de ?olo, dios de los vientos. Los demás jugadores se colocan en una ó más filas, procurando que haya un caballero entre dos señoras, y una señora entre dos caballeros. ?olo, después de haber impuesto silencio, señala uno de los lados, nombrando el punto hacia el cual está situado él, y de donde se supone que sopla el viento. La elección del punto es arbitraria; pero lo esencial es que cuando el dios señala uno de los puntos, todos deben volverse al lado opuesto. Estas veletas animadas deben, por consecuencia de tales, volver la espalda al viento ara señalarla : por ejemplo, si ?olo grita , ud., todo el mundo vuelve la cara al norte, así recíprocamente en todos los otros puntos.
A la palabra tempestad debe cada uno dar tres vueltas y situarse exactamente en el mismo punto en que estaba antes de darlas: á la palabra ??variable? balancean todos hasta que el dios de los vientos añade el nombre de uno de los puntos cardinales que fijen la verdadera posición; pero cuando el capricho de ?oIo se complace en nombrar "un punto al cual se está en dirección opuesta, en vez de obedecerle permanece cada uno inmóvil. Esta oposición de órdenes y movimientos, con la variedad y multiplicación de vueltas, no solamente ofrece ocasiones de pagar muchas prendas, sino que divierte infinito a los jugadores y a los mirones.