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poco tiempo hasta quinientos cincuenta hombres. Además de esta hueste,
fueron enviados en diferentes direcciones destacamentos mandados por jefes
escogidos a fin de reconocer y conquistar otros territorios.
Almagro partió a principios de 1535. A pesar de la amistad que
parecía reinar entre él y Pizarro, tuvo cuidado, antes de su partida, de
tomar todas las precauciones que pudieran ponerle a cubierto de la doblez
de su colega. Al efecto dejó en Cuzco a Juan de Herrada, su amigo fiel,
que tenía a sus órdenes un gran número de hombres de lealtad probada, y
que debía informar a su jefe de todos los acontecimientos que tuviesen
lugar.
Almagro llevó consigo un hermano del inca llamado Pallu, el gran
sacerdote, muchas personas de distinción y un cuerpo de tropas de quince
mil indios. Al frente de este considerable ejército púsose en marcha para
descubrir y subyugar el reino de Chile, que hacían igualmente famoso sus
riquezas y las disposiciones belicosas de sus habitantes.
La expedición llegó sin dificultad a Charloy; mas al deliberar acerca
el camino que debía seguirse [91], Almagro eligió el que ofrecía más
obstáculos y peligros, y a pesar del consejo de Pallu resolvió atravesar
las montañas en vez de marchar por el país que se extiende a lo largo de
la costa. Varios eran los motivos que para ello tenía: en primer lugar el
camino elegido era el más corto; por otra parte su genio emprendedor le
hacía despreciar las dificultades, y por último temía, siguiendo el camino
indicado por Pallu, caer en emboscadas concertadas de antemano entre los
indios. Después de algunos días de marcha pudo reconocer el yerro
cometido: los españoles encontraron la nieve acumulada en tan gran
cantidad, que no podían abrirse camino sino a costa de los más grandes
esfuerzos. Empezaron a dejarse sentir los efectos del frío más intenso;
los días eran cortos, y después de haber permanecido expuestos por espacio
de tres crueles noches a todo el rigor del clima, un gran número de
soldados sucumbieron. Habíanse agotado los mantenimientos, y era imposible
encontrar víveres en aquellas agrestes regiones. El ejército disminuía
sensiblemente bajo el triple azote del frío, el hambre y la fatiga, y
según G. de la Vega, no bajó de cincuenta españoles y de diez mil indios