Middlemarch, Un estudio de la vida de las Provincias (George Eliot) Libros Clásicos

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¿Qué podía hacer, qué debía hacer ella, poco más que una mujer en ciernes, y sin embargo poseedora de una conciencia activa y una gran necesidad mental, que no se iba a ver satisfecha con una educación de jovencitas comparable a los mordisquillos y juicios de un ratón discursivo? Con cierta dosis de estupidez y presunción, hubiera podido pensar que una joven cristiana con fortuna debiera encontrar su ideal de vida en las obras benéficas del pueblo, en el patrocinio del clero más humilde, en la lectura atenta de Personajes femeninos de las Escrituras, desplegando la experiencia íntima de Sara según la ley Mosaica y de Dorcas según el Evangelio, cuidando de su alma bordando en su propio tocador, y todo ello con el telón de fondo de un eventual matrimonio con un hombre que, si bien menos severo que ella en cuanto a su involucración en asuntos religiosamente explicables, pudiera ser objeto de sus oraciones y exhortado oportunamente. Pero este conformismo le estaba vedado a la pobre Dorothea. La intensidad de su disposición religiosa, la coacción que ejercía sobre su vida, era tan sólo un aspecto de una naturaleza ardiente, teórica e intelectualmente consecuente; y con una naturaleza así, forcejeando en el carril de una educación estrecha, encerrada por una vida social que no parecía ofrecer más que un laberinto de insignificantes vías, una cercada confusión de pequeños caminos que no llevaban a ninguna parte, el resultado no podía por menos que parecer exageración al tiempo que inconsistencia. Quería justificar con el conocimiento más completo aquello que a ella le parecía lo mejor y no vivir en una fingida aceptación de reglas según las que jamás se actuaba. En esta ansiedad anímica se vertía por el momento toda su pasión juvenil; la unión que la atraía era aquella que la rescataría de la sujeción adolescente a su propia ignorancia y le proporcionaría la libertad de la sumisión voluntaria a un guía que la llevara por la senda más grandiosa.

«Lo aprendería todo» -se decía a sí misma, mientras avanzaba con rapidez por el camino de herradura que cruzaba el bosque. «Tendría la obligación de estudiar a fin de ayudarle más en sus grandes obras. Nuestras vidas no tendrían nada de trivial. Las cosas cotidianas serían para nosotros las más importantes. Sería como casarse con Pascal. Aprendería ayer la verdad a la misma luz que los grandes hombres. Y sabría lo que debería hacer, cuando fuera más mayor; vería cómo era posible llevar una vida importante aquí, ahora, en Inglaterra.

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