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Aparentemente, no. ¿Por qué, entonces, no podía ser alguien que estuviera
suplantando la personalidad del religioso? Me enteré de que se había mandado un
telegrama a Cartago con motivo de la repentina enfermedad del doctor Byrd, que era
el que debía venir con esta expedición. ¿Hay nada más fácil que interceptar un
telegrama? Y por lo que se refiere a su trabajo no había, entre los miembros de la
expedición, nadie que supiera descifrar inscripciones. Un hombre listo, con unos
ligeros conocimientos, podía llevar a feliz término la suplantación. Además, se
encontraron muy pocas tablillas e inscripciones. Y por otra parte pude colegir que los
juicios del padre Lavigny habían sido considerados como algo insólito. Parecía más
bien que el padre Lavigny era un impostor. Pero, ¿era Frederick Bosner? Las cosas no
parecían encajar muy bien en ese sentido. La verdad, al parecer, debía encontrarse en
una dirección totalmente diferente.
«Tuve un extenso cambio de impresiones con el padre Lavigny. Soy católico y
conozco a muchos sacerdotes y miembros de comunidades religiosas. El padre Lavigny
me dio la impresión de no ajustarse muy bien a su papel. Y, por otra parte, me hizo el
efecto de que estaba familiarizado con ocupaciones totalmente distintas. Con mucha
frecuencia había conocido hombres de su tipo... pero no pertenecían a comunidades
religiosas... ¡Nada de eso!
"Me dediqué a expedir telegramas. Y entonces, inconscientemente, la enfermera
Leatheran me proporcionó una valiosa pista. Estábamos en el almacén, examinando
los objetos de oro, y mencionó que en una copa de dicho metal se habían encontrado
trazas de cera. Yo dije: "¿Cera?". Y el padre Lavigny repitió: "¿Cera?". Su tono, al decir
esto, fue suficiente para mí. Supe, entonces, qué era lo que estaba haciendo aquí.
Poirot se detuvo y luego habló directamente al doctor Leidner.
- Siento decirle, monsieur, que la copa, la daga y otros objetos que guarda ahora en
el almacén no son los que encontró usted en las excavaciones. Son imitaciones
galvanoplásticas muy bien hechas. El padre Lavigny, según acabo de enterarme por
esta contestación a uno de mis telegramas, no es otro que Raoul Menier, uno de los