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El doctor abrió los ojos, se sentó en la cama y preguntó:
-¿Qué pasa?
-Es por mi mujer, doctor; no la puedo despertar, he probado todos los medios. ¡Dios mío! Debe ocurrirle algo grave, doctor...
Saltó vivamente de la cama, se puso una bata y siguió a Rogers.
Se inclinó sobre la criada, que yacía en la cama, le cogió su mano fría y levantó sus párpados. A los pocos instantes se enderezó Armstrong y lentamente se alejó de la cama.
Rogers murmuró:
-¿Ella ha...? ¿Es que...?
Armstrong hizo un signo significativo:
-¡Todo acabó!
Pensativo, examinó al hombre que tenía delante; se dirigió hacia la mesilla de noche luego hasta el tocador y finalmente volvió al lado de su mujer.
Rogers le preguntó:
-¿Ha sido... ha sido su corazón, doctor?
Armstrong dudó unos instantes, antes de hablar.
-Rogers, ¿su mujer gozaba de buena salud?
-Sufría de reumatismo.
-¿La vio últimamente algún médico?
-¿Un médico? Hace muchos años que no nos ha visto un médico ni a mi mujer ni a mí.
-Entonces, no tiene usted ningún motivo para suponer que tenía alguna enfermedad del corazón.
-No sé, doctor; no sabía nada.
-¿Ella dormía bien?
Los ojos del criado evitaron la mirada penetrante del doctor. Se retorcía las manos y murmuró.
-En realidad no dormía bien... No...
-¿Tomaba alguna poción para dormir?
Rogers pareció sorprendido.
-¿Medicina para dormir? Que yo sepa, no; estoy casi seguro.
Armstrong volvió al tocador, donde había muchos frascos, loción capilar, colonia, glicerina, pasta para los dientes...
Rogers abría los cajones de la mesa y de la cómoda, pero en ningún lado había trazos de narcóticos líquidos o en comprimidos.
Rogers recalcó:
-Ayer noche ella tomó lo que usted le había dado.
A las nueve, cuando el gong anunció el desayuno, todos los invitados estaban ya dispuestos en espera de esta llamada.
El general y Wargrave se paseaban por la terraza y sostenían una discusión sobre asuntos políticos.
Vera y Lombard habían trepado a lo alto de la isla.
Por detrás de la casa sorprendieron a Blove mirando a la costa.
-Ningún barco a la vista; desde hace un largo rato espío la llegada de esa famosa canoa.
Con el semblante sombrío, Vera hizo esta observación:
-Se pegan las sábanas, en Devon, y el día comienza muy tarde.
Lombard contemplaba el mar y dijo bruscamente:
-¿Qué piensa del tiempo?
-Lo hará bueno -respondió Blove elevando la vista hacia el cielo.