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-En el centro del bosque debía de haber un templo -dijo-. No es que haya conseguido encontrar alguno, pero me he dejado llevar un poco por mi imaginación.
-Para entonces ya habíamos penetrado en un pequeño claro en el centro de la arboleda, donde se elevaba una especie de glorieta de piedra. Diana Ashley miró inquisitivamente a Haydon.
-Yo la llamo la Casa del Idolo -dijo éste-. Es la Casa del Idolo de Astarté.
-Y avanzó hacia ella. En su interior, sobre un tosco pilar de ébano, reposaba una curiosa imagen que representaba a una mujer con cuernos en forma de media luna y que estaba sentada sobre un león.
-Astarté de los fenicios -dijo Haydon-. La diosa de la Luna.
-¡La diosa de la Luna! -exclamó Diana-. Oh, organicemos una fiesta pagana para esta noche. Disfrazados. Vendremos aquí a medianoche para celebrar los ritos de Astarté.
-Yo hice un gesto brusco y Elliot Haydon, el primo de Richard Haydon, se volvió rápidamente hacia mí.
-A usted no le gusta todo esto, ¿verdad, Pender? -me dijo.
-Sí -repliqué en tono grave-, no me gusta. -Me miró con extrañeza.
-Pero si es una broma. Dick no puede saber si esto era realmente un bosque sagrado. Sólo es pura imaginación. Le gusta jugar con la idea. Y de todos modos, si de verdad lo fuera...
-¿Y si lo fuera...?
-Bueno -dijo con una sonrisa un tanto incómoda-. Usted no puede creer en esas cosas, ¿no? Es un párroco.
-Precisamente, no estoy seguro de como párroco no deha creer en ello.
-Aun así, todo es ya parte del pasado.
-No estaría tan seguro -dije pensativo-. Yo sólo sé una cosa. Por lo general no soy hombre que se deje impresionar fácilmente por un ambiente, pero desde que he penetrado en este círculo de árboles, tengo una extraña sensación de maldad y amenaza a mi alrededor
- Miró intranquilo por encima de su hombro.
-Sí -dijo--, es curioso en cierto modo. Sé lo que quiere decir, pero supongo que es sólo nuestra imaginación lo que nos produce esa sensación. ¿Qué dice a esto, Symonds?
-El doctor guardó silencio unos momentos antes de replicar con calma:
-No me gusta esto y no sé decirles por qué. Pero sea por lo que sea no me gusta.
-En aquel momento se acercó a mi Violeta Mannering.
-Aborrezco este lugar -exclamó-, lo aborrezco. Salgamos de aquí.
-Echamos a andar y los demás nos siguieron.