La muerte de Lord Edgware (Agatha Christie) Libros Clásicos

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Cuando pasó aquel pequeño peligro me sentí la más feliz de las mujeres. Es cierto que la duquesa me odiaba; pero en cambio Merton estaba loco por mí y quería que nos casásemos lo antes posible. Nunca me había sentido más feliz que durante aquellas semanas. La detención del sobrino de mi marido me salvaba de toda sospecha. Cada día estaba más orgullosa de la magnífica idea que tuve al rasgar la hoja de la carta de Charlotte.
En lo de Donald Ross creo que intervino la mala suerte. Todavía no me explico cómo llegó a sospechar de mí. Por lo que me han dicho, parece ser que fue por algo referente a «París», que en lugar de ser una población es un personaje. Aunque no sé exactamente quién es ese París, supongo que será un señor historiador.
Desde luego, Ellis me contó que la había usted llamado, pero únicamente respecto a Bryan Martin. Como no le preguntó siquiera si había ido a buscar un paquete a París, no sospechó nada. Seguramente creyó usted que si le preguntaba eso, ella me pondría en guardia y podría escaparme. No puedo explicarme la maravillosa manera que ha tenido usted de descubrir todo lo referente al crimen.
Pero, monsieur Poirot, usted no se portó bien conmigo. Tengo la seguridad de que lamentará siempre su comportamiento en este asunto. Lo único que yo deseaba era ser dichosa. ¡Y pensar que si no llega a ser por mí, usted no hubiera intervenido en el asunto! Pero, la verdad, nunca creí que fuera usted tan listo. Por su aspecto, nadie lo diría. No ahorcan en público, ¿verdad? Es una lástima, porque ahora, aunque pálida, estoy muy guapa, y además me dicen que soy muy valiente. Seguramente, nunca ha habido un criminal como yo.
Me despido de usted, porque tengo que ver al capellán, perdonándole por todo el mal que me ha hecho, pues, según dicen, hay que perdonar a los enemigos.
Jane Wilkinson.»

FIN

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