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Pero, el teléfono, ¿qué pasó con el teléfono? ¡Ah, claro, ya veo! Lo desconectó para que no pudieran dar aviso a la policía, pues de hacerlo, hubieran tomado nota en la comisaría de la hora en que se había recibido la llamada. Ahora resulta verídica la declaración de Martin Wylde. Todo concuerda. El salió realmente a las 6.25. Caminando lentamente, llegaría a su casa a las 6.45. Sí, ahora lo veo todo muy claramente. Louise constituía el único peligro por su continua charla de raras supersticiones. Alguien podría haber sacado alguna conclusión de su extraña narración del paso del tren, y entonces... la coartada quedaba destruida.
-¡Estupendo! -exclamó Mr. Quin.
Mr. Satterthwaite lo miró encendido de entusiasmo por su triunfo.
-La cuestión es... ¿cómo proceder ahora?
-Yo sugeriría el nombre de Sylvia Dale -dijo Mr. Quin. Mr. Satterthwaite vaciló.
-Como ya le dije -observó-, me dio la impresión de ser un poco... tonta...
-Pero tiene padre y hermanos que podrían tomar las medidas necesarias.
-Es cierto -contestó Mr. Satterthwaite, tranquilizándose.
Un momento después estaba con la muchacha. refiriéndole la historia. Ella escuchó atentamente; y no hizo preguntas, pero cuando Mr. Satterthwaite hubo terminado se levantó y dijo: -Necesito un taxi ahora mismo.
-Mi querida niña, ¿qué piensa hacer?
-Voy a ver a sir George Barnaby.
-No haga eso. Es el peor procedimiento. Permítame...
Se mostró sumamente agitado, pero no produjo ninguna impresión. Sylvia Dale tenía su plan concebido y estaba dispuesta a cumplirlo. Accedió a que él la acompañara durante el trayecto, pero hizo caso omiso de todas sus indicaciones. El la esperó dentro del taxi mientras ella se dirigía a la oficina de sir George.
Media hora después salía. Daba la sensación de estar extenuada, su rara belleza aplastada como una flor marchita. Mr. Satterthwaite la miró anhelosamente.
-Triunfé -murmuró ella entrecerrando los ojos y echándose hacia atrás en el asiento.
-¿Qué? -preguntó excitado Mr. Satterthwaite-. ¿Qué hizo? ¿Qué dijo?
Ella se irguió un tanto.
-Le dije que Louise Bullard había ido a la policía a contar toda la historia. Le dije que la policía había estado averiguando y se había enterado de que él había sido visto entrando en su propia finca y saliendo pocos minutos después de las 6.30. Le dije que el plan había sido descubierto. El hombre, al oír esto, se derrumbó.