En la noche de los tiempos (Howard Phillips Lovecraft) Libros Clásicos

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De cuando en cuando, me parecía ver algún movimiento en el cielo, pero en mis primeras visiones no llegué nunca a determinar de qué se trataba.
En el otoño de 1914 empecé a soñar que flotaba por encima de la ciudad y sus alrededores. Así descubrí que los temibles bosques de árboles manchados, rayados o jaspeados como animales, eran atravesados por larguísimas carreteras que, en ocasiones, conducían a otras ciudades parecidas a la que me obsesionaba en mis sueños.
Vi también edificios fantásticos y lúgubres, de piedra negra o iridiscente, situados en regiones yermas donde reinaba un perpetuo crepúsculo, y volé sobre unas calzadas ciclópeas que atravesaban pantanos tan oscuros que apenas podía distinguir medianamente su vegetación húmeda y gigantesca.
Una vez pasé por una inmensa llanura salpicada de ruinas de basalto, erosionadas por el tiempo, y cuyo trazado recordaba el de las oscuras torres sin ventanas de la ciudad que era mi verdadera obsesión.
En otra oportunidad, al pie de una ciudad inmensa de cúpulas y arcos fabulosos, batiendo contra un muelle de rocas colosales, contemplé la mar ilimitada y gris, sobre la cual se movían grandes sombras informes y cuya superficie se enturbiaba con inquietantes burbujas.


III

Como he dicho, estas visiones no fueron en un principio de carácter terrorífico. Sin duda, muchas personas han soñado cosas aún más extrañas, cosas que son el producto de una mezcla inconexa de detalles de la vida diaria, de cuadros y lecturas, fundidos fantásticamente por los caprichos de sueño.
Durante un tiempo, aun cuando nunca había tenido ningún sueño de este género, acepté mis visiones como cosa natural. Me dije que muchos de los elementos fantásticos de esas visiones procedían de causas triviales, aunque demasiado numerosas para poderlas identificar; otros, en cambio, eran probablemente una interpretación onírica de mis conocimientos elementales sobre la flora y el clima de hace ciento cincuenta millones de años, es decir, de la Edad Pérmica o Triásica.
En el curso de algunos meses, no obstante, el elemento terrorífico fue rápidamente en aumento, a medida que mis sueños iban tomando un aspecto inequívoco de recuerdos, y yo los relacionaba cada vez más con mis preocupaciones abstractas, con la sensación de que en mi memoria había sido borrado algo muy importante, con mi sorprendente concepción del tiempo, con la impresión de que, entre 1908 y 1913, había morado un intruso en mí, y con la inexplicable aversión que me causaba posteriormente mi propia persona.

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