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la experiencia, que por cierta razón de entendimiento. Porque desta
facultad jamás vemos que escriban ni disputen (aunque fuera por ventura
mejor hacerlo esto que escribir oraciones judiciales o deliberativas), ni
tampoco vemos que a sus proprios hijos los hacen aptos para el gobierno de
la república, ni menos a ninguno de sus amigos, y parece conforme a razón
que, si pudieran, lo hicieran, porque ninguna cosa podían desear más útil
para los pueblos, ni desear para sí cosa mejor que semejante facultad, ni
para los que más queridos suyos fuesen. Pero importa para esto mucho la
experiencia, porque si no fuese así, no se harían los hombres más aptos
para el gobierno de la república por el uso y costumbre de regirla. Por
esto los que desean entender las cosas de la república, parece que tienen
necesidad de experiencia. Pero los sofistas, que prometen enseñarlas,
parecen estar muy lejos de hacer lo que prometen, porque del todo, ni
ellos saben qué cosa es esta sciencia, ni menos de qué trata, porque si lo
supiesen, no dirían que es lo mismo que la retórica, ni que es menor que
la retórica; ni tenían por opinión que es cosa fácil el hacer leyes,
juntando a una las leyes que les parecen buenas, porque se pueden escoger
de allí las que fueren mejores, como si el escoger no fuese cosa que
requiere buen ingenio y saber bien discernir cuál es lo mejor, como en las
cosas que pertenecen a la música. Porque los que en cada cosa tienen
experiencia, juzgan bien las obras, y de dónde, y cómo se hacen perfetas
las cosas que ellos saben, y qué cosas conforman las unas con las otras,
pero los que no tienen experiencia, hanse de tener por contentos de
alcanzar siquiera a entender si está bien o mal hecha la obra, como
acontece en la pintura. Pero las leyes parecen ser obras civiles. ¿Cómo,
pues, con lo que los sofistas enseñan, será, uno apto para hacer leyes o