Página 7 de 14
Era ya bastante viejo cuando yo lo vi por primera vez. Y estos Potter de ahora eran unos familiares lejanos que vivían entonces en el Alto Michigan. Heredaron la propiedad y vinieron a establecerse ahí cuando murió el Hechicero Potter.
-Pero, ¿qué sabe usted de ellos? -insistí.
-Nada, lo que todo el mundo -dijo-. Que cuando vinieron eran gente muy afable. Que ahora no hablan con nadie, que no salen casi nunca... y muchas habladurías sobre animales que se extravían y cosas así. La gente relaciona lo uno con lo otro.
De esta forma siguió la conversación, en el curso de la cual lo sometí a un verdadero interrogatorio.
Y así fue cómo escuché una mezcla desconcertante de leyendas, alusiones, relatos contados a medias, y sucesos totalmente incomprensibles para mí. Lo que parecía indiscutible era que había un lejano parentesco entre el Hechicero Potter y un tal Brujo Whateley que vivió cerca de Dunwich, «un tipo de mala calaña» según mi amigo el redactor jefe* . También parecía indudable que el viejo Hechicero Potter había llevado una vida solitaria, que había alcanzado una edad avanzadísima y que la gente solía evitar el paso por la Hoya de las Brujas. Lo que parecía pura fantasía eran las supersticiones relacionadas con esa familia. Se decía que el Hechicero Potter había «invocado algo que bajó del cielo y vivió con él o en él hasta su muerte» y que un viajero extraviado, hallado en estado agónico en la carretera general, había dicho en sus últimas ansias algo así como que «una cosa con tentáculos... un ser pegajoso, de gelatina, con ventosas en los tentáculos» salió del bosque y le atacó. Mi amigo me contó varias historias más por el estilo.
Cuando terminó, me escribid una nota para el bibliotecario de la Universidad del Miskatonic, en Arkham, y me la tendió.
-Dígale que le facilite ese libro. Quizá le sirva de algo -encogió los hombros-, o tal vez no. La gente joven de hoy no se preocupa por nada.
Sin pararme a cenar, proseguí mis investigaciones sobre un tema que, según presentía, me iba a ser de utilidad si quería ayudar a Andrew Potter a encontrar una vida mejor, pues era esto, más que el deseo de satisfacer mi curiosidad, lo que me impulsaba. Me fui a Arkham y, una vez en la Biblioteca de la Universidad del Miskatonic, busqué al bibliotecario y le di la nota de mi amigo.