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Aquella incisiones... ¡cuán perfectamente reproducían la minada de heridas que algo infligiera a aquel pobre perro! Pero había algo más. En la mejilla derecha podía distinguirse una irregularidad que desentonaba con el aspecto general... como si el autor hubiera tratado de cubrir un defecto de su primer modelo. Cuanto más lo miraba Jones, más misterioso y horrible le parecía... luego, bruscamente, recordó algo que le llenó de horror. Aquella espantosa noche... la lucha... el demente atado... y el largo y profundo arañazo en la mejilla izquierda del verdadero Rogers...
Jones, soltando la desesperada presa del pasamanos, cayó en un profundo desvanecimiento.
Orabona seguía sonriendo
HORROR EN EL MUSEO
H. P. LOVECRAFT Y HAZLE HEALD