Los otros dioses (Howard Phillips Lovecraft) Libros Clásicos

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saltar. Y de este modo escalaron intensamente rocas y precipicios,
resbalando y tropezando, sobrecogidos a veces ante el impresionante
silencio de los fríos y desolados pinaculos y mudas pendientes de granito.
Súbitamente, Barzai desapareció de la vista de Atal, y salvó una tremenda
cornisa que parecía sobresalir y cortar el camino a todo escalador que no
estuviese inspirado por los dioses de la tierra. Atal estaba muy abajo,
pensando qué haría cuando llegara a dicho punto, cuando observó
curiosamente que la luna había aumentado, como si el despejado pico y
lugar de reunión de los dioses estuviese muy cerca. Y mientras gateaba
hacia la cornisa saliente y hacia el cielo iluminado, sintió los más
grandes terrores de su vida. Y entonces, a través de las brumas de arriba,
oyó la voz de Barzai que gritaba locamente, de gozo:
- ¡He oído a los dioses. He oído a los dioses de la tierra cantar dichosos
en el Hatheg-Kla! ¡Barzai el profeta conoce las voces de los dioses de la
tierra! Las brumas son tenues y la luna brillante; hoy veré a los dioses
danzar frenéticos en el Hatheg-Kla, que tanto amaron en su junventud. La
sabiduría hace a Barzai más grande aún que los dioses de la tierra, y los
encantos y barreras de todos ellos no puenden nada contra su voluntad;
Barzai contemplará a los dioses de la tierra, aunque ellos detesten ser
contemplados por los hombres.
Atal no podía oír las voces que Barzai oía, pero ahora estaban cerca de la
cornisa, y buscaba un paso. Y entonces, oyó crecer la voz de Barzai de
forma más sonora y estridente:
- La niebla es muy tenue, y la luna arroja sombras sobre las laderas; las
voces de los dioses de la tierra son violentas y airadas; temen la llegada
de Barzai el Sabio, porque es más grande que ellos... La luz de la luna
fluctúa, y los dioses de la tierra danzan frente a ella; veré danzar sus
formas, saltando y aullando a la luz de la luna... La luz se debilita; los
dioses tienen miedo...
Mientras Barzai gritaba estas cosas, Atal notó un cambio espectral en todo
el aire, como si las leyes de la tierra cedieran ante otras leyes
superiores; porque aunque el sendero era más pronunciado que nunca, el

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